Estoy pensando en muchas cosas. Está lloviendo desde hace una hora. El ruido es casi insoportable y no me refiero al de la lluvia. Hace algo de frío aquí, y extrañamente el perro del vecino no está ladrando como suele hacerlo a esta hora.
Desde hace días he intentado escribirte, pero no he podido hacerlo. No por falta de tiempo, ni por no tener nada que decir. Solo tengo miedo.
Sé que es parte de. Pero quisiera dejar de sentirme mal. Quizás, solo necesito que el tiempo pase. Y si no sucede eso, si no logro superarlo, sé que llegará un momento en mi vida en que voy a romperme por completo. Y espero que no suceda.
Es difícil para mí aceptarlo, pero creo que también es parte de. Hay que crecer, ¿no? Algunas veces el crecimiento es tranquilo, y en otras hay dolor. Ahora me está doliendo.
No ha sido mi mejor semana. Desde que te fuiste paulatinamente todo ha perdido color. Ha sido complejo tratar de no sentirme solo. Me gustaría saber qué sucedió para que no te despidieras.
Creo que hubiese sido más fácil para mí haberlo sabido. Haber sabido que te irías y que lo nuestro debía terminar.
Supongo que no hay forma de saberlo. Sin embargo, creo que no me siento como una mierda solo porque te hayas ido. Hay más que eso y eso hace que el dolor sea más grande. Supongo que también es parte de crecer descubrir que existe una parte oscura dentro de ti.
Ayer tuve un sueño. Estaba en un lugar extraño, oscuro, era como una fábrica abandonada. El aire era pesado, casi irrespirable, y un zumbido constante llenaba mis oídos.
Sostenía un arma. Mis manos sudaban, temblaban, y el frío del metal se metía en mi piel. El miedo recorría cada rincón de mi cuerpo. Estaba asustado. Quería llorar, correr, gritar, pero no podía moverme. No podía hablar, no podía dejar de sostener el arma.
Algunas sombras se movían a mi alrededor. Y eso me llenó de terror. Y entonces lo escuché: una voz, baja, casi un susurro. No sé si era la mía o de alguien más. "Decide", decía, "dispara o no lo hagas. Mata o deja que te maten".
Me sentía observado, se sentía como estar desnudo. Y la opresión del pecho crecía con cada segundo.
Intenté levantar el arma, pero el peso era abrumador. Las sombras empezaban a acercarse, sus pasos resonaban con eco, cada vez más fuertes, más cercanos.
Y lo supe. Supe que debía decidir. Debía disparar, pero no quería hacerlo. No podía hacerlo, yo no. Yo no soy así, pensé. No podría hacer eso. No. Nunca.
Y mientras lo pensaba, mi dedo vacilaba sobre el gatillo. Lo iba a hacer. Lloré sintiendo como el miedo me comía.
¡Boom! El sonido del disparo resonó como un trueno, un golpe seco que reverberó en cada fibra de mi cuerpo.
El eco se expandió, rasgando la oscuridad, hasta que todo lo que me rodeaba se desvaneció. Sólo quedó el vacío, un silencio absoluto. Dejé de respirar. El peso de mi decisión caía sobre mí.
Abrí los ojos de golpe, respirando con dificultad, como si acabara de salir de un abismo. La habitación estaba oscura, salvo por la tenue luz que se colaba por la ventana. Mis manos aún temblaban, y sentía el sudor frío corriendo por mi espalda. Me quedé ahí, sentado en la cama, tratando de calmar mi respiración.
Estaba llorando. No podía detenerme. Creí que había sido real. Todo se había sentido real. Mi madre ingresó poco después y me abrazó en cuanto me vió.
¿A qué viene este sueño? No lo sé. Nunca he sujetado un arma, ni siquiera he tenido una cerca. No soy un psicópata, y nunca dispararía una en mi vida. Estoy completamente seguro de eso. Quizás sea una pesadilla más. Pero fue la primera desde hace mucho. Y supongo que significa algo. Y no me gusta lo que significa.

ESTÁS LEYENDO
Cartas para nadie
RomanceHay cosas que nunca se dicen, se guardan en el corazón, propician nuestros insomnios, traen recuerdos del pasado, nos hacen revivir sentimientos olvidados y nos llevan a tomar malas decisiones.