Nada más

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La noche había caído en Oxfordshire, y Berenice bajo su propio lecho, yacía dormida en completo relajo. Su día había sido el mejor, pero aún así, cansador. Después de haber presenciado su esperado cumpleaños, no había dejado de reír y disfrutar. Estaba muy alegre, agradecía con tanta intensidad el esfuerzo de sus padres, cuánto los amaba. Ella pensaba ofrecerles un pequeño obsequio a cada uno de sus procreadores, quizá el pequeño muñeco que tenía desde que podía recordar fuese el mejor regalo, o quizá la carta escrita en palabras inexpertas. 

Mientras lo pensaba, sus ojos se volvieron pesados y cayó en un profundo sueño. En un mar de colores, un remolino grisáceo hizo presencia en su vida. Las dulces manías se conviertieron en la pesadilla de la humanidad, y aquellas pequeñas sonrisas en la tortura sufrida del día a día. 

Ya no hubo más amor, ni tampoco sinceridad. Ese día cayó la maldición que tanto tiempo el mal intentó idear. Ya no hay regreso, ni un nuevo comienzo. Se acabaron las buenas noticias, querido lector.

El infierno está por comenzar.

Palabras sometidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora