Capítulo 12

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Capítulo 12 - "Sospechas."

Tini narra

- ¿Cómo es que nunca he visto a tus padres? - Le pregunté con curiosidad a Jorge.

Jorge y yo estábamos estudiando en su habitación, los exámenes finales estaban por venir.

- Mi madre murió cuando tenía 13 años, y mi padre siempre está de viaje de negocios. - Respondió Jorge con simpleza, sin quitar la mirada de los libros.

- Oh. - Fue lo único que pude decir.

Agarró una foto de encima del escritorio y me la pasó. - Era ella.

Me quedé mirando la foto. Era una imagen de una mujer bastante joven, probablemente cuando ella tendría unos 20. Tenía el pelo de un color rubio-sucio, parecido al de Jorge, y era largo, llegaba casi hasta su cintura, tenía los ojos chocolate y una amplia sonrisa blanca, en sus brazos llevaba a un bebé.

- ¿Eres tú? - Le pregunté. Él asintió, mirando la imagen antes de dejarla donde estaba antes. - ¿Qué le pasó? Bueno, si quieres contestar...

- Un accidente de avión. Ella... venía de camino a casa para celebrar mi cumpleaños. - Jorge me miró.

Fruncí el ceño. - ¿Dónde estaba? - Tragué saliva.

- En Québec, ella era misionera. Siempre ponía a los demás en primer lugar antes que a ella... - Asentí con la cabeza.

- Parecía que ella era una persona increíble.

Jorge asintió y sonrió. No era una de esas sonrisas arrogantes o coquetas, era una sonrisa perfecta y honesta. Ojalá sonriera así más a menudo.

- A mi madre le hubieras gustado, ¿sabes? Ella también era una friki. Las puedo incluso imaginar a las dos hablando durante horas sobre cosas que yo nunca entendería. - Jorge se rió suavemente.

Sonreí a medias. - La querías mucho, ¿no? - Dije en voz baja mirando por la ventana.

- Sí. Era un niño de mamá. - Sacudió la cabeza ante el recuerdo. Alzó las cejas como si hubiera salido de una especie de trance. Parecía enfadado consigo mismo por haberme dicho eso. - No se lo digas a nadie.

- ¿A quién se lo iba a decir? Sólo soy una dork con tres amigos. - Me crucé de brazos.

Jorge se rió. - Sí, ¿qué es lo que estoy haciendo con una nerd como tú? - Hice un puchero, hinchando las mejillas. Él sólo estalló en carcajadas. - No te enfades. - Suspiré pesadamente. - ¿Puedes creer que estemos en el último año? Es una locura. - Jorge se quedó en silencio.

- No es una locura. - Jorge se rió nerviosamente. Él nunca estaba nervioso. Y eso era sospechoso... - Entonces... - Le dí un codazo en la tripa.

- Entonces, ¿qué? - Preguntó distraídamente.

- ¿A quién vas a llevar al baile? - Dije con entusiasmo.

Jorge parpadeó. - N-no voy a ir.

- ¡¿Qué?! ¡Deja de mentir! ¡Vas a venir!

- No... Nunca voy. Los bailes son estúpidos, no voy, fin de la historia. - Él chasqueó la cabeza y la apoyó contra el respaldo de la silla.

- Está bien, entonces... - Me levanté, con mis sentimientos heridos levemente, y me estiré.

- ¿Podemos volver a estudiar? - Jorge suspiró, sonando cansado.

- Supongo... - Me senté y abrí el libro de nuevo.

*~*

3 semanas más tarde

- Lo siento, no puedo ir nena. ¿La próxima vez? - Dijo Diego con simpatía.

- Sí. La próxima vez. - Le contesté alegremente.

- Te quiero, Tini. - Dijo dulcemente.

- Yo también te quiero. Adiós. - Colgué y guardé el teléfono en mi bolso.

Nunca me había llamado nena. ¿Desde cuándo lo hacía? Una lágrima rodó por mi mejilla, y luego otra, hasta que me rompí en llanto por completo. Me senté en un banco, en el centro de la ciudad, y comencé a llorar. Estaba todo tan bien. Estaba cansada de todo esto. Lo había hecho ya siete veces, me dejó siete veces plantada. Las personas a mi alrededor pasaban y me lanzaban miradas extrañas, pero, me daba igual.

Diego me había dejado sola... en el Día de San Valentín.

Rasgué mi vestido, me quité los pendientes, el collar, el clip que sujetaba mi flequillo. No me importaba si me veía bien o mal, ahora mismo, todo me daba igual. Además, a nadie le importaba. Me puse de pie, quitándome los zapatos y comencé, poco a poco, a caminar por las calles tranquilas. La nieve se comenzó a caer en silencio, cubriendo todas las aceras de blanco. Seguí caminando, durante media hora, una hora o más.

De repente, un mustang negro se acercó a mí, lo ignoré porque realmente no sabía quién demonios era. El coche seguía persiguiéndome. Di unos pasos más.

- ¿Tini? - Una voz conocida se filtró por mis oídos.

Sí, sabía quién era. Oí la puerta del coche cerrarse, y me volví hacia él. Jorge.

- ¿Por qué... estás...? - Susurró.

Me quedé mirando la nieve, cruzando los brazos. Entonces sus brazos me envolvieron en un abrazo, calentándome y dejándome respirar su olor. Olía a algo así como café, cerré los ojos mientras él frotaba mis brazos con sus grandes manos.

- Dios, estás congelada. - Murmuró mientras seguía calentándome los brazos.

Estaba casi dormida cuando Jorge comenzó a hablar de nuevo.

- Vamos... - Murmuró cogiendo mi mano y llevándome a su coche.

Me quedé en silencio, si decía algo, probablemente me pondría a llorar de nuevo. Me veía lo suficientemente horrible debido a las lágrimas, con los ojos hinchados, manchas de rimel por la cara, mocos en la nariz... no era un espectáculo agradable.

Por suerte para mí, Jorge no trató de entablar conversación, sólo se dedicó a poner la calefacción del carro al máximo, y condujo en silencio.

Apoyé la cabeza y miré por la ventana, borrando de mi cabeza todos los pensamientos sobre Diego.

Unos treinta minutos después estaba sentada en la encimera de su cocina, vestida con sus ropas holgadas. Tuve un dejavú. Había estado en esta misma situación unos meses atrás, en la enfermería.

- ¿Qué pasó? - Preguntó Jorge con suavidad.

Abrí la boca para explicárselo, pero un gemido escapó de mi boca en lugar de palabras, y nuevas lágrimas escaparon por mis mejillas.

- Esperé... durante dos horas. Y él nunca llegó. - Me limpié la cara con una servilleta. - Diego me llamó y me dijo, que no podía ir. - Terminé frotándome los ojos con la palma de la mano.

Jorge me miró con cansancio, sabía lo que estaba pensando.

- ¡N-no pienses eso! ¡Diego no me engañaría! Él no es así. - Exclamé, limpiándome los ojos con furia.

Él me miró con tristeza, sin decir una palabra. Él no necesitaba decir nada. Sabía que era verdad, pero no quería creer eso.

Durante la siguiente hora, Jorge me habló acerca de lo mucho que era Diego, de lo poco que me merecía. Bostecé.

- Muy bien, ve a mi cama. Llamaré a tus padres más tarde. - Me acarició la cabeza mientras me bajaba de la encimera.

Me arrastré por las escaleras hacia el segundo piso, estaba cansada física y mentalmente. Abrí la puerta de su cuarto, sentí los dedos aún congelados por el frío. Me acerqué a su cama y me acosté sin ni siquiera meterme entre las sábanas.

Y lloré hasta quedarme dormida.

El Proyecto Nerd Jortini (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora