• v e i n t i d ó s •

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—Deberíamos tener una luna de miel — Eren dice.

Sentados en la terraza mientras Levi lee un libro y Eren juguetea con la cucharita en su café, el crío suelta esas palabras con simpleza, desviando su mirada hacia el atardecer que ensombrece los rascacielos. Sus palabras son simples y no están llenas de reproche o esperanza, como si lo dicho no fuese más que un comentario cualquiera.

—¿Quieres? — Levi pregunta.

Eren sonríe y le mira con una sonrisa pretensiosa. Piensa en el día de su boda. Se recuerda a él en la estación de trenes, esperando ansioso por la llegada de Levi, quien había tenido que marcharse improvisadamente ante la repentina noticia de su tío enfermo, el único familiar que le quedaba. Eren no había podido acompañarle debido al trabajo, porque eran sus primeros meses y no debía darse el lujo de faltar, por más condescendiente que su jefe pudiera ser.

Recuerda haber corrido hacia Levi tan pronto le vio entre las demás personas, recuerda haber besado su mejilla y haberle repetido un sinfín de veces lo mucho que le había extrañado a través de la renuencia que él mostraba.

Levi había dicho después que todo estaba bien. Que al parecer el maldito viejo y él habían podido hablar y limar cualquier clase de aspereza que pudiera haber quedado entre ellos por aquellos años en los que Kenny no había podido ser el tipo de padre que Levi realmente hubiese necesitado. Eren pudo reconocer en la suavidad de su mirada y en la sonrisa discreta que se dibujaba entre sus palabras, que lo que Levi decía era verdad, y que parecía mucho más tranquilo y contento.

Terminaron caminando largo rato entre las calles iluminadas por farolas de un Londres fresco y seco, a comparición del día anterior cuando la lluvia se había dejado caer sin consideración. Fue en primavera. Un 30 de Marzo.

—Lamento no haber podido comprar para ti un regalo adecuado, pero dime que quieres y lo conseguiré. Tu cumpleaños aún no termina.

En realidad Eren se sentía en paz con el simple hecho de tener a Levi aquí en ese día, no necesita de ningún regalo ostentoso, ni ninguna otra cosa material. Pero ahí no muy lejos de donde ellos estaban, Eren vio cernirse frente a ellos la idea para una broma perfecta.

—Bueno, en ese caso tal vez deberías regalarme tu apellido y la oportunidad de hacerte el hombre más feliz del mundo.

Levi se detuvo de golpe. Eren lo hizo también. Por alguna razón tras meditar mejor sus palabras, Eren comenzó a sonrojarse. Levi preguntó entonces si hablaba en serio. Eren pudo haber dicho que no, que solo era una broma, que sí, deseaba eso algún día, pero no tenía que ser ahora. Pero entonces fijó su mirada en la de Levi, verde y azul, el mar poderoso que reflejan los ojos de Eren y la calidez que dan las tazas de chocolate caliente en los días fríos de octubre en los ojos de Levi fusionándose en uno mismo. Y fue como si todo a su alrededor dejase de ser importante, como si el mundo y el tiempo se hubiesen detenido para verlos soñar.

—Sí, es en serio. — Eren había susurrado.

Y Levi quien nunca había pensando en la posibilidad de pronto la tenía a su merced y no parecía ser una mala idea en lo absoluto. El matrimonio podría no ser más que un montón de trámites absurdos que en términos prácticos resultaría bastante conveniente. Pero había algo más cálido y profundo en la idea de llamar a Eren más que solo su pareja. En tener algo tangible para demostrar al mundo que él es suyo, así como Levi lo es de Eren.

Levi había telefoneado a Erwin, la única persona que conocía podía agilizar las cosas. A su vez él había llamado a Hanji. Y en menos de media hora los amigos de Eren, Mikasa y Armin, estaban ahí también. No necesitaban a nadie más, no es que tuvieran bastantes amigos en primer lugar, y además ambos siempre amaron la privacidad.

Sus amigos les habían dicho que estaban locos, que aún eran jóvenes, que podían pensarlo mejor. Pero tan agradecidos como estuvieron con ellos por su preocupación, ambos nunca necesitaron la aprobación de nadie más para decidir lo que era mejor para sus vidas.

Para la media noche ambos estaban casados, celebrando en casa con una botella de vino y la comida casera de Eren. Los anillos Levi los había mandado a hacer al siguiente día y un par de días después ambos pudieron portarlos con orgullo; viviendo el sueño mágico de recién casados hasta ahora.

—No es que lo necesite — Eren le dice —, pero mi jefe ha dicho que puedo tomarme las vacaciones de invierno, él hará lo mismo, así que pensé que sería genial si tú y yo vamos a algún buen lugar a tener esa luna de miel que no hemos tenido.

Levi le mira, apenas arqueando una ceja. Y sabe que eso es algo que Eren merece.

—De acuerdo. Pero ningún lugar demasiado ruidoso.

Eren se lanza ansioso hacia él, sentándose en su regazo. La idea de una luna de miel no es lo que le entusiasma. La idea de pasar un par de semanas con Levi sin tener que preocuparse de nada más que ellos mismos, sí que lo hace. —Genial. ¡Te amo, Levi!

Nuestra perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora