Renacer

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Desde mi nacimiento fui condenada a ser una sin fe, una extraña, una incrédula e incoherente niña.


Pero mi cadena eran las palabras y las caricias, las ideas erróneas y las mordidas.


Crecí en una burbuja de acero semi derretido, que me permitía mirar, pero no acercarme.


Se me marcó de desquiciada, de ciega y de muda.

Y ni la soga más gruesa me silenciaba.


Tal vez sí la boca, pero no la mente.


Mis ojos no expresaban nada.

Mis labios no murmuraban nada.

Mis manos no tocaban nada.


Mas mis pies se escondían.

Mis mejillas se teñían.

Mi cabeza perseguía.


Perseguía ideas sobre otros mundos, sobre los gatos que hablaban o sobre algunas dulces palabras.


Aprendí a no hablar ni a revelarme, a callar todas mis opiniones y a obedecer hasta asfixiarme.


Incluso si me convertí en una muñeca, no lo recuerdo. Si me ataron más de la cuenta, no lo pienso.


Para mí, estaba bien con no ser abrazada o amada, estaba bien no llorar ni evitar ser atacada, estaba bien siendo la perrita fiel de mamá.


Porque sabía que era un error mi anhelo de ser deseada, era despreciable mi amor y mi risa, repugnantes eran mis pensamientos, estúpida mi mirada.


Y recreo aquella escena, donde sentada en la cama, con mi padre en el sofá susurrando amargas palabras, mi propia madre proclamaba que debería no haber nacido.


A mi hermana observandome con mal oculto desprecio, como me tachaba de fría, de culpable de las desgracias de nuestra madre y de no tener un corazón.


A su mellizo amenazando a mi padre a mis espaldas y sonriendo en mi cara.


A mi hermano de encarcelarme en su casa, esperando que me comportara como llevaba toda mi vida, sumisa y amargada.


Pero recuerdo la sonrisa de mi padre cuando yo cantaba o escribía, cuando decía que llegaría lejos y sería feliz, que todo acabaría.


¿Mas cómo ser feliz si no sé qué significa esa palabra? ¿Si no dejo que me quiera nadie?


Hasta hace tan poco que solté a mi amargura y deje que mi dulce corazón palpitara de nuevo, que todavía no sé si de verdad soy libre o es otro de mis locos sueños. 


Si tus sentimientos son puros, lo veré, juro que no los dejaré nunca solos, pues sé lo duro que es no tener a nadie.


Solo promete que me dejarás reír y gritar, que me abrazarás si mis lágrimas vuelven otra vez o que me alabarás sinceramente cuando descubra algo nuevo y sorprendente para mí.


Reconozco ser vulnerable y sé que no es fácil, pero necesito unos ojos donde mirarme y ver que puedo ser amada, que puedo hablar y no temer.


Por último, te aseguro ser valiente y si no dudas, ser la cuna para tus propios problemas y penas, ser la calma que te atormenta.


Juro ser tu amiga y confidente, hasta que de mis pulmones no vuelva el aire o mi ojos no se abran.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora