[ PARTE V ]
i'm weak for
everything that i know❅ ❅ ❅
EN EL ÚLTIMO TIEMPO, los días pasaban con una lentitud magistral, o al menos así lo percibían sus atrofiados instintos. Su perspectiva respecto al tiempo se veía corrompida debido a la desesperación, al temor de que él nunca volviera a abrir los ojos así viéndose obligado a quedarse ahí para siempre. En parte, por la vergüenza de no haber podido protegerlo, pero en su mayoría era debido a un acuerdo tácito entre Arthur y él.
Nunca más lo dejaría solo, aun si eso significara quedarse al lado de un cuerpo de un muerto en vida por el resto de sus días.
La Gran Sacerdotisa tampoco mostraba mejores resultados. Dormida, inconsciente, se veía en paz. Tenía esa misma expresión dulce y tranquila que cuando la conoció todos esos años atrás; en tiempos tan lejanos y preciados que podrían asemejarse a esos sueños que dejan una sensación de confort hasta que se vuelve a dormir. Parecía la misma mujer justa y dedicada que de manera abrupta perdió la inocencia y el sentido de la confianza, y Merlin bien sabía que el destino de Morgana Pendragon se vio oscurecido gracias a su estupidez.
Porque bien sabía el hechicero que no fue justo con ella; que la Morgana que fue a pelear en su nombre por la gloria de su villa, la que defendió a su parentela sin siquiera saber que ella también pertenecía a ella, la que amaba a Uther y a Arthur con todo su corazón merecía más de lo que él entregó aquella noche en los aposentos de Gaius. Sabía que la verdad le hubiera sentado mucho mejor que unas palabras de consuelo genéricas que se las pudo haber dicho a cualquiera. Pero Morgana no era cualquiera ni nunca lo fue; fue su amiga, la consejera que ayudó a que Arthur fuera el hombre que era ahora, la que desafió a sus autoridades sin importarle el castigo porque le era fiel a sus ideales. Esa era la Morgana que Merlin conoció.
La Morgana que Merlin destruyó.
El haberle revelado su secreto habría significado un sentimiento de pertenencia y, quizás, les habría hecho creer a ambos jóvenes que todo estaría bien. El haberle dicho un yo también tengo magia lo hubiera liberado del secreto que lo carcomía por dentro y quizás, solo quizás, los habría unido en una complicidad incomparable; donde codo a codo podrían haber defendido Camelot, a Arthur y el uno al otro.
Pero así no fueron las cosas, y ya era demasiado tarde como para estancarse en una fantasía con la constante interrogante de qué habría pasado. No le quedaba de otra más que enmendar sus errores uno a uno, y quizás lograr conseguir el perdón de la sacerdotisa y el propio.
Así que ahí se quedó durante vayan a saber los dioses por cuánto tiempo, cuidando de los poderosos hermanos Pendragon, dignos de las leyendas más majestuosas.
Más de una vez pensó en volver a Camelot con los hermanos en el lomo de El Gran Dragón, pero una parte de él no quería hacerlo. Sabía que no debía hacerlo. No sabía cómo la gente de Camelot reaccionaría, ni mucho menos los Caballeros. El odio hacia la magia que el mandato de Uther dejó era más fuerte que cualquier hechizo, y sin un estado lúcido del Rey no sabía de qué serían capaces los villanos al ver al conocido sirviente del Rey llegar en la espalda de un dragón, mucho menos al ver también a Morgana Pendragon consigo. Quizás lo lincharían, lo quemarían, lo ahorcarían o lo encerrarían en una celda hasta que se sumergiera en su propia locura.
En esa soledad, se dedicó hacer lo que nunca haría en presencia de la conciencia del Rey. Pasó sus dedos por su cabello con añoranza, apreció esa mandíbula que podría cortar hielo, tocó con inocencia sus labios con la punta de sus dedos y sus facciones.
Pero lo que más deseaba ver, eran esos ojos azules que parecían contener toda el agua de los lagos y océanos, a pesar de que esos ojos quizás lo mirarían con repulsión al momento de recopilar los recuerdos.
Ojos que lo mirarían con miedo.
Porque por más que Merlin quería, no podía borrar una vida de valores y morales de la noche a la mañana. Era un proceso que requería tiempo —y conciencia— para poder alcanzar la aceptación.
❅ ❅ ❅
UN PAR DE MESES más tarde, Merlin decidió por rogar.
—Por favor —susurró, en una voz desesperada—. Por favor, vuelve. Mírame. Estoy acá, siempre lo he estado y siempre lo estaré. —Sus labios tiritaban tras cada palabra, pero ya no daba para más. Su angustia era demasiada como para su cuerpo contenerla, y rogar por la compasión de las fuerzas mayores se sentía como su única alternativa. El hechicero más poderoso que alguna vez haya caminado por la Tierra se veía reducido a un manojo de lágrimas que buscaban la compasión de las diosas, pero Merlin estaba demasiado preocupado en otras cosas como para que eso le fuera de importancia—. Yo... Yo te necesito, Arthur.
Las saladas gotas se acumulaban en sus lagrimales en un intento en vano de retenerlas y quizás así aparentar tener compostura. El problema era que dicha compostura desapareció en el campo de batalla hace ya tanto tiempo, cuando el torso de Arthur era atravesado con una espada. Ahora, a Merlin no le quedaba más que la esperanza y rogar porque se compadecieran por él y su Rey.
—No puedes dejarme solo —murmuró, con corazón en la garganta. No sonaba poderoso ni invencible como las profecías le hacían ver, sino más como un niño que había perdido su hogar de la manera más cruel.
Las lágrimas caían sobre el rostro del Rey mientras daba suavez caricias en la mejilla de su fiel amigo, su compañero, su destino. El silencio lo estaba llevando al abismo de su cordura, y en el alma le dolía que el sol se levantara sin posar sus rayos en el cabello dorado de Arthur Pendragon, y que la luz de la luna no tuviera oportunidad de iluminar sus ojos.
—¿Merlin? —Merlin lo escucho a duras penas, puesto que su voz se asemejaba más a un murmuro. Sintió cómo lo invadía la esperanza, esa sensación de tranquilidad y cómo su corazón volvía a latir.
—¿Arthur? —preguntó, sabiendo que era obvia la respuesta—. Dios, Arthur, estás vivo.
No pudo contenerse más. Se lanzó a sus brazos con desespero, sujetando al Rey tan fuerte contra su pecho que ni la deidad más poderosa sería capaz de arrebatarlo de entre sus brazos. No de nuevo. Nunca más.
Rompió el abrazo en necesidad de verlo despierto, puesto que la imagen de sus ojos era ya de un pasado bastante lejano. Él lo miró con una tranquilidad y calma contagiosas, momento al cual Merlin intentó aferrarse lo más que pudo. Pero luego, algo pareció cambiar en el semblante del Rey, el cual miro alrededor en la habitación tratando de construir sus propios recuerdos.
—Hechicería —susurró, observando a su hermana, la cual yacía en una mesa vuelta cama un poco más allá, y luego a su sirviente que no sabía si aún podía considerar amigo—. Magia. Morgana. Tienes magia.
Merlin tragó el nudo que se formaba en su garganta. La voz de Arthur cargaba miedo, interrogantes y demostraba que tenía la guardia alta. Y Merlin no podía culparlo. Después de Morgana, Agravaine, Morgause y su propio padre, no podía confiar en la magia.
—Me traicionaste —sentenció, retrocediendo en posición defensiva. Merlin se tragó el nudo que se formaba en su garganta, pero el dolor que le producía la mirada de Arthur era más fuerte que él.
En ellos ya no veía amistad, compasión ni complicidad; veía miedo, angustia y traición.
Lo que Merlin más temía se estaba volviendo realidad. Esos ojos no lo veían como un amigo, sino como un monstruo, y eso era lo que al mago más le dolía.
Y no iba a dejar de dolerle en un largo tiempo.
❅ ❅ ❅
( 23 ; 12 ; 2018 )
ESTÁS LEYENDO
TO THE SEA » merthur
Fanfiction❝When I follow my heart, it leads me to you.❞ Merlin ya no tiene que esconder su magia, pero debido a las adversidades está a punto de perder a la única persona que quería que supiera de su don. Invocando a Kilgharrah con un moribundo Arthur entre s...