🥀; Five

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Rick aterrizó en un planeta cercano que parecía desolado. Perfecto, pensó.

El aire dentro de la nave estaba siendo infestado por las fatídicas flores; lo cual estaba condenando de a poco a los únicos presentes. Se habían vuelto otras de las tantas víctimas que cayeron en el seductor aroma. Las plantas no tenían un nombre fijo, el universo entero prefería llamarlas "afrodisíacos mortales", pues esa era su única función a parte de lucir tan hermosas.

Bajo la situación de Rick y Morty, las flores pasaron a llamarse "perdición"

Las manos del mayor rodeaban y recorrían lugares tan prohibidos por tanta gente en el mundo. La ética mundial se estaba quebrantando dentro de ese vehículo.

Lo que hacían era un crimen en varias maneras, pero ninguno estaba en sus estribos como para tomarlo en cuenta y parar. Realmente, la flor los había hechizado.

El castaño estaba sufriendo con cada toque, porque quería más. Quería acelerar el proceso y detener esos ajenos tactos insípidos que apenas sí tocaban su piel. Morty quería romper las prendas, tanto suyas como las de Rick. Era una tortura que le estrujaba el pecho.

Decidió sentarse en el regazo del hombre.

Sus bocas se golpeaban como olas feroces a una roca. Se deseaban. Se ansiaban. Se querían.
Y por un momento, ambos disfrutaron el momento a su manera, porque ninguno sabía que el causante de sus acciones era una droga erótica. Creyeron que realmente estaba pasando. Y que realmente se amaban el uno al otro. Tanto Rick, como Morty se lo plantearon en su cabeza miles de veces en cuestión de segundos, mientras estrellaban sus labios y rozaban sus lenguas llenos de lujuria. Las manos de Rick se filtraron por el pantalón de Morty.
De verdad los dos estaban enamorados, y la única manera de demostrarlo era ésta.

—¿De verdad vamos a hacerlo? —susurró. Tenía una atrevida sonrisa, tan dispuesto a hacerlo, incluso podía definirse en su tono de voz lo listo que estaba para ello. Sólo preguntó para oír la respuesta de Rick y deleitarse una vez más con el hecho de la situación.

—¿Tú qué crees? —contestó entre dientes. De paso, le aplicó una nalgada al joven que provocó un eco. Uno muy bochornoso.

—¡Ha-Hazme tuyo! —volvió a abalanzarse sobre el individuo, pero esta vez reclinó el asiento del piloto. Movía sus caderas de tal manera que la erección del peliceleste sólo lograba aumentar. Estaba orgulloso de su cometido—. Eres un pervertido —le dijo burlón. Hizo un movimiento brusco, impropio del clásico Morty cobarde. Rick soltó un grueso quejido, volteando los ojos.

—M-Maldita perra... 

El pantalón de Morty desapareció, al igual que su ropa interior. Fueron arrojadas en alguna parte del vehículo, junto con los materiales antes hallados por el científico. No estaban teniendo el más mínimo cuidado en hacer lo suyo.

La necesidad de sentirse era desesperante.

Si todo hubiera surgido de una forma natural y no a causa de afrodisíacos espaciales, de seguro Morty estaría quejándose sin césar del dolor presente en su parte inferior, y de lo asustado que estaba por ser penetrado. Pero no.  No pasó: todo surgió de una manera artificial.

Mortimer gemía cada vez más fuerte por las estocadas a las que su cuerpo estaba siendo sometido. La respiración se le complicaba cada vez más, hasta mantener los ojos abiertos se había vuelto un desafío.

Sánchez gozaba el dulce momento, la sensación de tener a su merced al mocoso que logró una confusión con sus sentimientos le quemaba sin piedad.

Sus pieles chocaban, encontrándose y separándose sin parar. Sus quejidos y jadeos invadían el lugar.

El mayor acariciaba con sus dedos el torso de Morty, dedicándole una mirada llena de deseo, no le era suficiente hacerlo hecho suyo. No le fue suficiente tomar su virginidad.
Porque en su estado extasiado, Rick estaba consciente del amor y cariño que le surgió hace tiempo, aunque, obvio que no controlaba sus acciones. De todos modos, hubiera hecho lo mismo tarde o temprano.

Morty se cansó de moverse sobre Rick, así que la posición cambió. El menor se mordió el labio. Nunca creyó que podía llegar a ser tan flexible.

No era sólo amor de abuelo a nieto. Claramente era algo más. Y ahora, tenía todo claro. Sus celos previos hacia Jessica eran reales.

Rayos... ¡Sí que era terco para razonar sólo después de todo esto!

Otro beso surgió, tan agresivo como los otros, pero más especial por alguna razón.

Luego de horas, minutos o segundos —realmente no lo sabían—, el efecto empezó a desaparecer de a poco. Mientras sus ansias carnales desaparecían, ellos tenían un último orgasmo.

—Ri...ck... —su cabeza dolía, no tanto como su cuerpo—. ¡¿Q-Qué estamos haciendo?! gritó horrorizado al ver sus cuerpos desnudos y el suyo en especial, no le pareció bonito estar cubierto de semen.

—Ahh, carajo... —musitó. Se sentía como si acabara de consumir droga de la buena o de emborracharse toda la noche. Los gritos de Morty le eran más tediosos agregados a la situación.

—¡Rick! —no tenía idea de si llorar, reír o avergonzarse y sentir pudor por toda su vida. Decidió hacer todo lo anterior. Literalmente se sentía sucio.

Entre todo el desastre visual y emocional, notó lo destrozadas que estaban las malditas flores. Ya no tenían olor que inhalar.

❝Flowers❞ RickortyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora