Un no es un sí

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Eran las 2 de la mañana. El club seguía lleno de gente y perduraba ese olor a drogas y porros que te daban arcadas. Mackenzy estaba en la barra, sirviendo cócteles a jóvenes afroamericanos. Un hombre se sentó en el taburete. Tenía las mangas de su chaqueta color gris arremangadas, dejando ver numerosos tatuajes. Parte de su rostro lo cubría la sombra que emanaba del interior de su capucha.

-Nunca pensé que encontraría a Bullshit trabajando en un garito como este.

Bullshit... Hacía bastante tiempo que Mackenzy no escuchaba aquel nombre. Una puerta de su pasado que creía sellada, se estaba volviendo a abrir. Levantó la vista de la barra y sumió su mirada en la sombra que ocultaba sus ojos.

-¿Qué?

-Si te digo la verdad, te imaginaba más...

-¿Oscura? -el sonrió de lado.

-¿Cuánto hace que trabajas aquí? Tiene que ser duro.

-No todos tenemos ese talento que encanta a las masas -Em abrió la boca. Ella no le dejó hablar-. Y antes de que preguntes, sí, sé quién eres, Eminem.

-Mejor salgamos de aquí. Me estoy agobiando.

Ella salió de la barra y los dos fueron a la parte trasera del club.

-Al menos inténtalo -ella entrecerró los ojos-. Hagamos un trato: tú pones el ritmo y yo la letra.

-¿Cuál es la pega?

-No hay. Lo que intento, es enseñarte que tú tienes sentimiento, algo bestial... algo que otros cantantes sueñan con tener.

-Mira, tengo una hija, ¿vale? No puedo... estar fuera varios días así sin más.

-Ella también puede venirse. Mi hija Hailie viene aquí dentro de unos días. Podría cuidar de ella.

-Lo pensaré.

-No suenas convencida.

-Lo haré. Lo prometo.

Le entregó una tarjeta con los datos de la discográfica. Luego se marchó en su Cadillac color negro.

Mackenzy sacó un reloj de su bolsillo y encendió la lucecita. Las 2 y media, el fin de su turno.

Volvió a casa con su hija de 4 años. La niña dormía en la única habitación que había en la caravana, y en la que compartía también con su madre. Se sacó los tacones y se quejó al poner sus pies, llenos de magulladuras y llagas, en el suelo.

De pronto notó un fuerte dolor de cabeza y fue al baño, a unos pasos de distancia de la entrada. Cogió unas pastillas del estante del baño y se las tragó en seco.

La falta de sueño le empezaba a pasar factura. Sabía que trabajar 12 horas al día no era saludable. Pero no quedaba otra. A no ser...

Sentada en la mesa que se encontraba al lado de la encimera, observaba la tarjeta que tenía entre sus dedos. Decidió marcar el número.

-¿Hola? ¿Quién llama?

-Paul, soy yo -suspiró-. Cuenta conmigo.

Bullshit · EminemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora