Ocho historias de pasión y rebeldía

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Pasión. Acción de padecer. Sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón. Así define la RAE esta palabra, - más que eso - está el significado que le otorgamos, pues no solo domina o perturba, sino que también ordena y fusiona nuestra cordura. Sujetándola. Es miércoles, me guía el desenfreno de una tarde intranquila y fría. Inevitable pero fugaz mi cuerpo desea sentir más frío que resulta provocador escribir sobre pasiones. No mis pasiones. Tampoco sobre personas que a diario observo o tienden a hablar sobre el tema. No. Ellas no.

Quito mi idea de pasión para quedar con lo elemental: las mujeres de Haya. Este libro lo leí hace un año atrás - me encantaba la idea de pensar que era homosexual - con el pretexto de no tener ideas rígidas en cuanto a sus pasiones - o romances - tan invisibles y llevaderos. No de meses, ni tampoco años. Solo momentos.

María Díaz empezó su novela por el primer amor de un niño, su madre Zoila Victoria, quien influiría mucho en su vocación. Luego Ana hasta la muerte, siendo su amiga y confidente. Los medios públicos ya daban por sentado una posible relación por los largos paseos que ambos tenían, pero al final terminó casándose con otro y siendo la más leal protectora del APRA. Terminó protegiendo a Haya. Seguiría Emilia, la novia inventada, su amor platónico, ese amor que perdería después de semanas al casarse también en el año 1913, quedando en palabras de despecho años después al decir a uno de los nietos de Emilia "yo pude ser tu abuelo". Están las tres mujeres que ayudaron a Haya: Juanita, Marcela y Cleofé que representaron una forma distinta de pasión. La primera vivaracha, la otra aguerrida y la última "dichosos los ojos que la ven".

Alice Hochler y María Luisa, una tan cerca y la otra tan lejos. De la primera dicen que se mató de amor por él. De la segunda, Haya mataba de amor por ella. Es aquí que la autora escribe su aprecio por Haya: "hasta a los poderosos les toca esa discreta ley de la vida de poseer lo que se aborrece y jamás lograr lo que se sueña". Ellos tres tan distantes el uno del otro, Haya de Luisa y Alice de Haya.

Sin embargo, la realidad no dejó la ilusión del recuerdo y Haya murió el 2 de agosto, cuanto todo ya pasaba de un recuerdo - o sacrificio-.

***

Termino de escribir mi primer borrador, lo más breve posible. Siento que faltan algunas ideas centrales, pero también es tarde para hacerlo de nuevo. Hoy tengo  que entregar ese trabajo y hoy más que otros días me encuentro distraída, escribir sobre pasiones me hizo recordar y pensar más sobre mis propias pasiones.                                                                                                                     Me detengo a rebuscar en el porta papeles lo que le escribí hace unos meses. Sigue ahí.

Conspicuo

Han pasado tres noches desde mi último escrito a la distancia, paradójicamente escribo ahora, aun sabiendo que no lo verás hasta dentro de un mes.

Quiero escribir a cada noche sin el deseo de suprimirme, tengo tantas quejas que se esconden como palabras, pero sin embargo las retengo con el fin de no sentirme vulnerable ni mucho menos pesimista. He pensado porqué aún escribo y no encuentro respuesta fiable ni tampoco excusas. Estoy sentada frente a la laptop, a mi lado están las dos agendas que fecha a fecha han guardado mis recuerdos, también el plumón a media tinta acompañado por el celular que apenas puede vibrar -esto último es risible para mí- y cuando lo hace casi siempre es inoportuno.

La agenda celeste guarda recuerdos recientes -desde mi cumpleaños- y entre ellos mi visita del 26 de marzo:

El santuario de la Asunción me recibe en esta travesía sola, Roger no vendrá. Quiero añadir que la música está presente. Me gusta este lugar, casi como la melodía del violín al reproducir la lista de Schindler, quiero enterrarme con esta melodía. Soy feliz, pero siento que morir en este momento es alcanzar la dicha entera, sin que nadie me posea. Ni yo misma.

Me enamoré de mí, sigo haciéndolo, deseo atrapar todo para no arrepentirme después, pero inevitablemente ocurre la frustración, aún idealizo. Siento que puedo ayudar al que me necesite, pero he hecho daño al que me necesitó. Me gustaría desnudarme sin reproches y no sentir vergüenza, liberarme para alguien no solo para mí.

Extraño a Roger a mi manera inexplicable. Me he sentido inmadura, siento que no encajo en la frase ¨solo quien ama madura¨, ese amar hasta que duela como decía María Teresa de Calcuta.

Vuelvo a releer al transcribir estas palabras y mi razón se muestra escéptica, aludiendo que el amar no debe doler como leí en los libros de Osho, Walter Riso, Rojas y otros, o incluso desde la psicología, el amar no debe ser doloroso porque representa el ¨quiero y no el ¨no puedo¨. Al final pensaremos que tiene un poco de ambos, pues demuestra nuestra incapacidad de ser completamente saludables en cuanto a nuestras emociones. Hay quienes piensan que amar es la renuncia, no lo niego, aunque también resulta egoísta. Tantos enfoques posibles y aprendidos, hacen de nosotros más susceptibles a escoger caminos erróneos.

*** 

Termino de leer y me siento triste y a la vez osada. Voy a lavarme el rostro y veo por el espejo que mis ojos están rojos, un corrector de ojeras no podrá con esto. Suena la alarma. 

- ¡Es tarde! -grito- sin considerar a los que aún duermen.

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2019 ⏰

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