Prólogo: Siened

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Miró el techo. El color beige de la piedra era relajante para el ambiente caldeado. Suspiró, y elevó la mano para mirarse las uñas, el color negro destacando sobre su piel pálida, largas hasta el punto que resultaba agradable. Dedos finos, enguantados en unos mitones oscuros de cuero que se tensaba con el movimiento. Las pulseras de pinchos y nudos trenzados destacaban en su muñeca. Volvió a suspirar y dirigió su mirada al espejo que tenía al lado.

El psicólogo, un hombrecillo con gafas sobre una nariz aguileña y cabellera pelirroja, que empezaba a ralear, tomaba apuntes en una pequeña libreta. Ella, con el cabello rubio y los ojos azules cubiertos por unas lentillas, tenía un gesto aburrido en el rostro ovalado en forma de corazón. Tironeó un poco de la cadena que unía uno de los pircings de su labio con uno de los de su oreja.

-Vamos a ver Siened- su voz era aflautada, y tuvo que hacer un esfuerzo por no reírse en su cara. Aun habiendo acudido a él durante tres años, seguía sin acostumbrarse- ¿Qué es lo que se te viene a la cabeza cuando hablo de compañeros?-

-Aprovechados. Interesados. Plastas. Imbéciles…-

-Vale, para. Así no hacemos ningún progreso- detuvo él. Siened frunció el ceño, molesta por la interrupción.

-Me ha dicho que diga que pienso cuando se habla de “compañeros”- replicó, encogiéndose de hombros mientras se tumbaba en el diván.

-Pero cosas positivas Siened- explicó él. Puso los ojos en blanco. Claro, cosas positivas. Siempre tenían que ser cosas positivas.

-¿Y si digo que no se me ocurre nada positivo para describir a mis compañeros de clase?- el hombre puso los ojos en blanco “Goldenberg…su nombre era Goldenberg” pensó la chica. Vio como mordisqueaba la punta del bolígrafo, nervioso por la actitud de su paciente, pero esbozó una sonrisa conciliadora que la sacó de sus casillas- Mire, sé que está deseando mandarme a paseo, pero como mis padres le pagan unos honorarios excesivos por "ayudarme", se calla como un condenado y se traga todas mis paranoias, mis sarcasmos y mi carácter borde... ¿Y luego pregunta que por qué no me se relacionar correctamente? ¡Mírese! Es un ser hipócrita y ridículo que se vende cuando ve una suma de dinero considerable. Todos nosotros somos hipócritas en nuestra vida, está en nuestros genes. Y prefiero estar sola a estar rodeada de gente que solo se interesa por lo que poseo, no por lo que soy realmente- soltó, levantándose del diván. Cogió su bolso, su chaqueta y se dispuso a salir por la puerta.

-¡S-Señorita Riverton! ¡¡Aún no hemos terminado!!- exclamó el tal Goldenberg. Siened se detuvo y miró al hombrecillo sobre su hombro.

-Me la pela, cóbrese sus honorarios y váyase a la mierda- respondió, enseñando el dedo corazón y saliendo de la consulta.

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