Jordan notó el cuerpo de Chastity rígido a su lado. El brazo de la joven cayó a un lado mientras se echaba para atrás con los ojos fijos en el vestido de seda que descansaba sobre la colcha como un ornamento más de la habitación. Se trataba de una pieza de color rojo escarlata -había elegido él mismo la tela- con un escote en forma de corazón por encima de los hombros coronado por un ligero encaje azul marino. El vestido estaba pensado para ser llevado en una cena de gala, y no, no había escatimado en detalles. Las mangas también estaban bordeadas por el mismo encaje y a su lado estaban unos guantes de terciopelo del mismo color.
-¿Pretende que lleve esto?
Jordan oyó a Chastity detrás de él. Quizá había cometido un error, realmente en ningún momento había pensado si el vestido le gustaría, había previsto que así sería desde el minuto uno en que le encargó el diseño a la modista. Había notado un tono reprobatorio en la voz de la joven. No solo no había acertado, al parecer, sino que se había equivocado estrepitosamente. Se jactaba continuamente de ser un hombre astuto, pero no había demostrado serlo en esta ocasión. Solía saber qué le gustaban a las mujeres, qué le gustaba a todo el mundo en realidad, sabía complacer a la gente. Pero Chastity no era tan transparente.
-¿No le gusta?
Chastity se acercó a la cama, y acto seguido se echó a reír, ante su asombro. La cara de Jordan fue un poema hasta que ella decidió sacarlo de su bochorno.
-Le ruego me disculpe -dijo ella aún entre risas- por un momento pensé que quería que lo arreglara.
El que se quedó de piedra entonces fue Jordan, no supo qué contestar a eso. Había preparado este regalo con cierto entusiasmo, le preocupaba mucho su reacción, pero en ningún momento se le pasó por la cabeza que iba a producirse una situación cómica como la que había tenido lugar. La miró, Chastity seguía sonriendo, con los pómulos ligeramente sonrosados, las comisuras muy alzadas. La vio de pie junto al vestido, y entendió entonces lo gracioso que podía ser que alguien como él pretendiera regalarle a ella un vestido como aquél. Si daba risa, era porque en cierta forma resultaba surrealista, casi imposible.
-Es realmente, precioso. Espero no haberle ofendido.
-Me ha dejado atónito, si le soy sincero. Pero no, ofendido no.-tras una pausa se atrevió a decir: ¿No se lo va a poner esta noche?
-¿Por qué?
La pregunta que él escuchó fue "¿por qué me hace un regalo?" "¿por qué me ha invitado a su casa?" Su respuesta era, como siempre, porque le apetecía. Jordan no solía privarse de algo que le apeteciera, y esto no había sido una excepción. Había regalado cosas a otras mujeres porque así en ocasiones pasadas, suponía que era tan solo su forma de ser.
-Creo que estaría preciosa con él.
Jordan notó con cierta satisfacción el nerviosismo de Chastity, no era fácil sacar a relucir la incomodidad de esa mujer. Pero lo que había dicho no era ninguna mentira, sabía que si bajaba las escaleras del gran salón así, todos los presentes, incluido él, se quedarían anonadados.
-Lo pensaré, lord Dunhaim. -contestó entonces ella, adquiriendo la fortaleza que la caracterizaba en todo momento.
Jordan levantó una ceja inquisitoria. Su mirada le decía que quería ponérselo, pero la cuestión era que era la señorita Aldrich, no una dama de la alta sociedad encantada por tener un vestido nuevo en el armario.
Volvió a tenderle el brazo para bajar junto a sus amigos. Al llegar al jardín, los hombres se llevaron al vizconde y ella se quedó con Margaret y Celia. Antes de marcharse, Jordan le dirigió una cálida mirada que la abrazó por completo.
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En la cama de un desconocido
RomanceChastity es una joven provinciana que vive por y para sus tres hermanos pequeños, que dependen de ella desde que el cabeza de familia falleciera meses atrás. Deciden abandonar el campo e instalarse en una pequeña casa en la ciudad, dónde comienzan u...