No había necesidad de que Chastity se enterara de aquello. El mal estaba hecho y no podría hacer nada para solucionarlo, además, a ella seguro que le traía sin cuidado lo que una panda de desconocidos estirados pudieran decir. Pero si estaba seguro de que a ella no le importaría, ¿por qué a él sí? ¿Por qué tenía cierto nudo en la garganta con solo pensar que gente con la que se codeaba normalmente podría estar injuriándola? Maldito fuera el zoquete de Baines.
No se le ocurría la razón por la que dañar la honra de la señorita Aldrich. ¿Pura maldad? No era posible, hasta ese momento Baines le había parecido un dandi estirado más preocupado por sus rentas y sus trajes que cualquier otra cosa, pero de ahí a pensar que era semejante sinvergüenza había una enorme distancia.
Jordan dejó la carta bajo la almohada. No quería disgustar a Chastity ni estropear estos días que inexplicablemente estaban resultando muy agradables. Puede que estos días a su cuidado estuvieran haciendo mella en sus intenciones, y quizá después de todo su plan no tendría por qué cumplirse. Le gustaban las atenciones de la muchacha, que ella se sentara a su lado, le colocara con sus pequeñas manos el ungüento sobre las heridas, tan concentrada como si se tratara de un cirujano en plena operación. Se le arrugaba la frente como si estuviera enfurruñada, apretaba los labios, a veces se los mordía, y hacía lo que el médico le había ordenado con destreza y eficacia. Y a Jordan le encantaba observarla hacerlo. Se acercaba tanto a su cuerpo que él podía notar el aliento de ella en su pecho, pero entonces no sentía ninguna atracción de carácter sexual. Más bien, querría estrecharla entre sus brazos, acariciarle el pelo. En esos momentos, Jordan no veía a la mujer que lo abofeteó a las puertas de un burdel con el ego herido, sino a la hermana mayor que daría su vida por los tres pequeños.
¿Por qué no convertir a Chastity en su esposa? ¿Y si todo este tiempo había estado equivocado? Apenas unos días antes, la sola idea de desposarse con una mujer así le parecía descabellada, pero si pensaba en un futuro en el que compartía su vida con ella todos los días, no podía decir que no le agradara. No podría llevar la vida de soltero que él quería, eso es cierto, pero puede que con la muchacha adecuada no lo echara de menos y pudiera disfrutar la vida conyugal. Nunca había pensado en la ternura de una esposa que lo cuidara al estar enfermo, al llegar a casa tras un día terrible sabiendo que lo va a recibir una cálida sonrisa de bienvenida. Jamás había echado en falta nada parecido, y llevaba muchos años viviendo solo con el servicio, pero suponía que no había nada de malo en cambiar de parecer sobre estos asuntos.
Al cabo de unos días estuvo mejor para salir a dar a paseos por el bosque alrededor de la posada para estirar las articulaciones y respirar algo de aire fresco. Por el dolor, cojeaba un poco de una pierna y los dueños le prestaron un bastón para apoyarse, del que Chastity se mofó sin compasión nada más verlo, aunque él fue el primero en sentirse ridículo. Toda su vida practicando deportes para estar en una condición física óptima para terminar andando con un bastón a los treinta y cinco años.
Tanto Chastity como él se dieron cuenta de que era incapaz de vestirse sin ayuda, pero antes de que él pudiera replicarle, ella ya estaba preparando su chaqueta y los pantalones para echarle una mano.
-Si a ti no te importa, a mí tampoco. -fue lo único que Jordan dijo al respecto.
Lo que no sabía es que a Chastity sí que le importaba, pero hizo el mayor esfuerzo para que no se diera cuenta de ello. A excepción de la ropa interior y la camisa, Jordan no llevaba nada. Curarle las heridas había sido distinto, solo le había visto el torso desnudo y había estado tapado con una sábana hasta la cintura. Además, la mayor parte de las veces los niños estaban correteando alrededor y gracias a eso no se sintió incómoda. Pero ahora los chiquillos estaban fuera y Jordan tenía que salir de la cama para que ella pudiera ayudarlo.
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En la cama de un desconocido
RomanceChastity es una joven provinciana que vive por y para sus tres hermanos pequeños, que dependen de ella desde que el cabeza de familia falleciera meses atrás. Deciden abandonar el campo e instalarse en una pequeña casa en la ciudad, dónde comienzan u...