Secreto

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No fueron más que unos pocos dvd's los que pudo conseguir en aquella tienda, aunque sin duda era más de lo que esperó encontrar en un principio. Pese a que los libros relataban el acto sexual con innecesaria explicidad lo cierto es que, como dicen por ahí, una imagen vale más que mil palabras y por supuesto, contar con un flujo de movimientos y sonidos lo hacía mil veces mejor.

El chico descubrió que el punto de placer femenino se encontraba en la pared vaginal frontal y se llamaba ''punto G'' por el ginecólogo alemán Gräfenberg, quien lo comenzó a investigar a partir de los años 50's. Además, supo que las mujeres desconocían mucho sobre su propio cuerpo y por esto muchas veces confundían la sensación de un orgasmo con la necesidad de orinar y, por si fuera poco, a parte del punto G tenían otras zonas de placer; llegar al orgasmo era relativamente fácil siempre y cuando no se cohibieran, siendo capaces de estimularse ellas mismas o con un compañero. Esto le pareció fascinante, aun cuando desconocía a cualquier mujer como para preguntarle directamente; de hecho, se alegraba de no conocer a ninguna, porque conociéndose no podría resistir la curiosidad y lo único que conseguiría son unas buenas cachetadas por ser tan irrespetuoso y promiscuo.

No obstante, también se dio cuenta de que para los chicos todo aquello relacionado con la sexualidad no era tan sencillo. Si se excitaban demasiado, era imposible de ocultar. Por el sudor y la fricción de las piernas allá abajo se formaba una masa almizclada blanquecina, apestosa e incómoda, además de vergonzosa si en el momento de bajarse los pantalones estaba metida allí, entre las bolas. Pero había un detalle en particular, algo que consideró peor que cualquier otra cosa y era que el punto de placer masculino se encontraba en un lugar muy inconveniente: el ano.

¡Qué particular! Con algo de sexo o masturbación las mujeres podían llegar al paraíso, mientras que los hombres conseguirían una corrida de a lo mucho diez segundos de placer. Como la próstata se localizaba en un lugar considerado por muchos como una amenaza a la masculinidad humana, la mayoría de los hombres jamás en su vida lo intentaban. No solo eso, pues había muchas cosas que no se intentaban por considerarse prácticas homosexuales.

Esto Kashuu lo comprendió medianamente. De repente pensar en ello fue como si el hombre adquiriera un papel más femenino, vulnerable incluso. ¡El hombre, quien en toda la historia se le vio como un ser bárbaro, frío y poderoso! Permitir a alguien explorar una parte tan sensible de su cuerpo era por mínimo vergonzoso y humillante.

Con toda honestidad fue eso lo que pensó; sin embargo, no comprendía por qué continuaba dándole vueltas sin descanso, día tras día. De nuevo encontró muchas preguntas sin respuesta y, como la vez anterior, decidió apuntarlas en un papel para preguntarle al Amo cuando por fin hubiese leído todos y cada uno de los libros en la biblioteca. Mientras tanto, se conformaría con la poca información que fuese recolectando por su propia cuenta en el camino.