Café

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Existen ausencias que prometen una sola condena, recordar. Conocía sin duda diferentes sabores de café, diversos té y libros que el había compuesto para mi. 

Desee escribir, sentir, amar como cuando tenía catorce. Sin embargo, la niebla podía ser el esqueleto perfecto, entre las ausencias que me han robado los suspiros de mi alma, pues lo extraño, lo anhelo como el café que bebíamos; quizás yo sin saber que pronto me volvería un recuerdo... y él un complemento a esta ausencia. 

Era prometedor no beber más de las letras, que alguna vez compuestas serían el reflejo del amor que sin duda hoy al tiempo está por extinguirse. Mi alma no era de aquellas que podía crear singulares curvas en forma de tinta por encima de un papel, no, mi alma era de aquella que podía leer sus versos sin entender el lenguaje agudo que provenía de su alma, y aun así, se veía lejano el reloj que vestía una y otra vez el sentimiento de mi alma que difícilmente fallece.

Lo sé, el café suele ser amargo algunas que otra veces, y más cuando no existe la compañía tanto del alma, del pensamiento, dispuestos a crear pronto un matiz de sentimientos. Por esto, el café siempre me gustaba de cualquier tipo de compañía, pero no vacío; aquello podía producirme un colapso. Por eso, cada vez que no existe su alma cuando saboreo un café, y peor un pensamiento, deseo tumbarme en el penoso vestigio, aun sabiendo que mi condena constantemente será, componer recuerdos. 


Cita con el alma  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora