Capítulo 9

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Cabo estaba temblando, y si hubiera tenido labios estarían secos. El latido de su corazón lo asustaba.
Kowalski le había dicho que podrían pasar cosas malas cuando el corazón brincaba más rápido de lo normal. No había entrado en detalles, pero Cabo suponía que saldría por su boca y no volvería más, entonces estaría solo. Kowalski sabía que las suposiciones de Cabo eran erróneas como casi todas, pero Skipper le había prohibido (por el momento) aclararle que lo que era realmente grave era que su corazón se detuviera, que el pequeño cayera dormido y no volviera a despertar.
— ¿Estás bien, pequeño?
El pequeño asintió, mirando con asombro al animal de tamaño gigantesco que se había afortunadamente cruzado en su camino y había tomado a sus persecutores con su gran nariz (trompa) y había lanzado a varios metros de distancia, posteriormente tomando al pequeño y llevándolo a su hábitat con delicadeza.

—  Gracias— el color comenzaba a regresar a su pico después de aquel alboroto, y también el hambre, que hizo que su estómago hiciera un gruñido extraño que incluso a él mismo extrañó. 

—  ¿Por qué no has comido tu almuerzo?— observó el elefante antes de marcharse- mañana tendrás más, si es lo que te preocupa.

Cabo frunció el ceño, y estuvo de acuerdo en que no podría esperar más para alimentarse, moriría

— Hasta luego, pequeñín— dijo el elefante moviendo la trompa a forma de saludo- soy Burt, y si necesitas algo no dudes en buscarme. 

Cabo sonrió agradecido y vio marcharse al paquidermo, al fin decidió probar ese manjar cuyo aroma lo hacía viajar por la tierra de los sueños, aun estando despierto, al fin, estando satisfecho tras haber comido aquel manjar, se quedó dormido, sin ninguna preocupación, no era que no estuviera asustado de que aquel psicópata volviera, sino porque no tuvo tiempo de ello, no supo nada más de sí, hasta el día siguiente.

-

Era martes, el zoológico había estado cerrado el día anterior, y por eso Skipper, Kowalski y Rico encontraron imposible la misión de entrar, y habían vuelto en el mismo taxi, que se había quedado a mitad del camino cuando el taxista había recordado el horario de dicho lugar (había llevado a su hijo el día anterior (domingo)), y había alertado a la mujer. A pesar de los gritos del menor, había prometido llevarlo el viernes. Poco tiempo para Kowalski que insistía debían tener un buen plan, con todo y cronograma, sin embargo, era demasiado tiempo para Skipper, pero aun más para Cabo, de quien no tenían la certeza, estuviera bien.

Cabo habría dormido hasta tarde, más de medio día, después de toda la debilidad que había atravesado si no hubiera sido por el olor a pescado y por los ruidos. 

A través de sus párpados encontraba casi imposible identificar la fuente de ese sonido estridente y tan inusual. 

¿Eran risas? ¿Eran gritos? ¿Eran comentarios apreciativos hacia su persona?

No estaba seguro, todo sonaba confuso en ese caos. 

Fue al fin que decidió abrir sus ojos.

Primero, tuvo que acostumbrarse a la luz del sol que ya le daba de lleno, y en efecto, todo lo que creía que había escuchado, era lo que estaba frente a él, emitido por un grupo de niños ansiosos que parecían tener algún tipo de diversión al mirarlo y un montón de adultos mirando con desinterés por las numerosas veces que habían estado en dicho sitio a lo largo de sus miserables vidas. 

El pequeño pingüino miró confuso a su alrededor, y dio unos pasos hacia adelante, el público parecía reaccionar a sus acciones, ya que cuando comenzaba a comer su pequeño pescado, la multitud exclamó (incluso los amargados padres) un: "AWWW" que Cabo no comprendió. 

Intentó experimentar con diversas acciones y decidió, que en efecto parecía que reaccionaban a él, no sabía si aquello era bueno o malo, en especial cuando los "aww" terminaron siendo reemplazados por un "buuu", y el esparcimiento de gente que se había aglomerado frente a él, haciendo expresiones poco amables, que no podía entender. Cabo pudo escuchar el agua agitándose, creando ondas, quizás era el repentino viento que se azotaba a los árboles.

—  Es lo que hacen últimamente

Cabo dirigió su vista hacia la voz, pero no podía ver a nadie. Parecía que surgía del agua.

—  Vienen, te aman mientras eres pequeño y esponjoso, luego creces, te ignoran y abuchean. E incluso, le dan tu hogar a alguien más. Pero no te preocupes, aun te queda algo de tiempo. Eres joven puedo ver. Sé algunas cosas de animales, los he observado por mucho tiempo. Sigue siendo adorable y tendrás está vida de comodidades, comida fresca todos los días, público entusiasta... amor. 

— Disculpa... pero, no puedo verte. 

—  ¿Y quién lo hace últimamente?— insistía aquella voz deprimida, que se negaba a mostrar su rostro. — La cuidadora olvidó alimentarme este fin de semana, y es el segundo en que lo hace. No me sorprende. Es decir, antes esto era mío y ahora estás aquí. No me molesta, puedo compartir. Incluso podríamos intentar ser amigos.

— Por supuesto—  el pequeño pingüino intentó ocultar la duda en su voz, después de su última experiencia al hacer amigos, pero debía intentar, era la cosa más educada a hacer—  pero no podemos ser amigos si no logro verte.

La figura estuvo de acuerdo, y tal como Cabo había predicho, salió del agua, sobresaliendo del bloque de cemento en el que él se encontraba. ¿Qué era? No tenía ni idea. 

— Hola, soy Cabo—  dijo el pingüino con precaución, moviendo su pequeña aleta cubierta por plumas grisáceas.— ¿Cuál es tu nombre?

El animal frente a él sonrió con sus dientes que carecían de alineación, y sus ojos rojos. 

— Un placer, Cabo. Soy David. Y soy un pulpo, si es que no los sabes. 






Nota:

Is somebody there? Pienso seguir actualizando. I'm such a fan. Gracias todos los que han leído.

Volando a casa para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora