Capítulo 3

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— ¿Qué ha estado pasando aquí?—preguntó la mujer al no poder abrir la puerta.

—Está atorada con algo— exclamó el hombre

— ¿Qué podrá ser? Dejamos todo en orden al salir de aquí. Tal vez algún animal logró entrar y ahora está ahí.

—Deja de decir tonterías, debería ser un animal muy inteligente para poder hacer eso, más que nosotros, ahora hay que averiguar cómo entraremos. Sin duda la puerta está muy atascada— concluyó al luchar con la puerta un par de minutos más.

La pareja lucía desconcertada, hacía una semana habían ido a una isla, a estudiar un glaciar. Habían cerrado perfectamente y dejado en orden todo en su casa. Eran un par de científicos y no tenían mucho, era una casa muy pequeña pero tenía las habitaciones indispensables para una vida cómoda en aquel rincón aislado de la tierra, la vida de científicos era muy desgastante, debían soportar la falta de variedad de comida, bajas temperaturas y la falta de comunicación con otras personas, para terminar con la tragedia, nadie iría de vuelta a casa en Navidad, ningún descubrimiento, o resultado revelador habían sido la causa de su destierro y soledad en estas épocas. La resignación de su parte comenzaba, al menos tenían un hogar en aquel helado continente, cenarían pescado, eso era seguro, pero ahora que todas las alternativas para entrar a casa, después de que extrañamente estaba más protegida que la casa blanca, deshacía sus ilusiones.

— ¿Qué tal si rompemos un vidrio?— comentó él

—Claro que no— recriminó ella— moriríamos de frío en la noches, además la estructura de las ventanas impediría nuestro paso, sería inútil.

— ¿Escalar hasta el techo y entrar por la puerta de la terraza?

— ¿Tienes la llave contigo?— cuestionó la mujer— Sabes que sin ella no podrás entrar

El hombre movió la cabeza en señal de negación, y la agachó sintiendo decepción.

—Vayamos con los demás, para que nos ayuden, vamos ya antes de que anochezca, tal vez tengan alguna herramienta que nos sea de ayuda— indico ella, para después emprender su viaje de vuelta al improvisado centro de investigación.

Comenzaba a anochecer, se extinguían los últimos rayos del sol en el horizonte, la temperatura comenzaba a disminuir gradualmente, era invierno, y el frío era intenso, más que en otras épocas del año, además era uno de los más crudos inviernos en décadas, eso gracias a la contaminación del hombre y sus grandes industrias que hacían que el equilibrio térmico del planeta estuviera descontrolado, como bien lo había explicado Kowalski a sus hermanos.

—Skipper, es hora de irnos, sugiero que todos tomen sus cosas y partamos ya, es cuestión de segundos que los humanos entren

—Muy bien Kowalski, ya oyeron chicos ¡Vámonos ya! Todos, no quiero que suceda lo de la vez anterior Cabo

—No Skipper— respondió el pequeño—Ya estoy listo, y aquí están las cosas que reuní.

—Bien hecho, Rico ¿Dónde están tus adornos?

El pequeño pingüino, miró al líder y toco su estómago, haciendo referencia a que los había guardado en el lugar más seguro y práctico para transportar que tenía. El líder lo comprendió —Ok, yo no tocaré esos objetos, recuérdamelo Kowalski— y tras dar una orden de salida, emprendieron camino hacía la que era su nuevo hogar. Lograron salir victoriosos del campamento, como siempre habían dejado pescado a cambio de las cosas que habían tomado, era como un intercambio, o como comprarles su objetos y regresarles su costo en pescado.

Cuando llegaron a casa, «el científico» como a veces lo llamaban, sacó un artefacto muy elaborado con lo cual abrió y volvió a cerrar una vez que estuvieron dentro la puerta de la casa.

—Sin esto nadie podrá abrir nuestra casa, ni robar nada por ende. Agradézcanlo a mi cerebro. Además todas las trampas de seguridad evitan a los intrusos.

—Bien hecho Kowalski, pero basta de tu presunción— exclamó Skipper— debemos terminar de adornar y preparar todo para Navidad, pero eso será mañana, mañana habremos de terminar, ahora debemos comer algo, e irnos a dormir.

—Y lavarnos el pico Skipper, las caries ¿las recuerdas?— agregó Kowalski— Con los cepillos que conseguí hoy, será mucho más fácil que con el musgo.

—Bien, y lavarnos el pico— exclamó Skipper

Los pingüinos cenaron una deliciosa receta de pescado que Rico había preparado, posteriormente Kowalski les dio una lección un tanto tediosa de cómo usar el cepillo y la pasta dental que había conseguido en el campamento humano, y sería de utilidad ahora para sus picos.

—Pero no tenemos dientes— expresó inconforme el más pequeño

—Pero las caries podrían atacarnos Cabo— recriminó el genio un tanto alterado— No querrás visitar a ese matasanos, con su gran aguja y sonidos de inframundo que te hará morir ¿verdad? ¡No quieres conocer a un dentista Cabo!—Terminó, mientras acercaba su cara a la de Cabo con una expresión de locura y temor en él, el pequeño únicamente negó con la cabeza, mientras Skipper se daba una palmada en la cabeza y Rico se tragaba su cepillo. Finalmente con muchos esfuerzos de Kowalski, éste logró su cometido y los cuatro se fueron a la cama con el pico bien limpio, se acurrucaron entre las cobijas y poco a poco cayeron en un profundo sueño que duraría hasta la mañana siguiente.


***

—Iremos hasta que se ponga el sol— exclamó uno de los tres caballeros presentes

— ¿Hasta el ocaso?— cuestionó la mujer molesta— ¿No era peligroso ir de noche? Eso fue lo que dijeron ayer.

—Ayer el clima no era favorable. Además hay mucho trabajo, y quedan dos semanas para navidad. Iremos por la noche. Y es mi última palabra.

La mujer no tuvo más que resignarse a trabajar, aún no podía creer que desde que habían regresado a la base, no había podido entrar a su casa y tomar un chocolate caliente, para alejarse por unos minutos de la congelante temperatura del lugar.

Mientras tanto, después del desayuno, los chicos terminaban de decorar muy alegremente la casa, estaba quedando espectacular, como consideraban los cuatro. Llegada la tarde habían concluido su trabajo y lo único que faltaba era que oscureciera un poco más para encender todas las luces interiores y exteriores, esperaban la hora con ansías; la cual muy pronto llegó, encendieron todo y muy satisfechos admiraron su trabajo.

— ¡Qué bonito les quedo muchachos!—exclamó alegre el líder

—A Santa le gustará ¿verdad Skipper? Y nos traerá regalos. Porque aparte de todo nos hemos portado bien ¿verdad?

—Claro que si Cabo, Santa nos tomará en cuenta— dijo mientras observaba la iluminación y se perdía en un mundo mágico a través de ellas.

Volando a casa para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora