CALEB.
Martes, Septiembre 19, 6:00 am.Cada mañana al despertar me digo que es solo un día más o un día menos. Después de todo, el tiempo transcurre igual cuando se trata de pagar una cadena perpetua. No se exactamente cuando empecé a acostumbrarme a la rutina, pero desde que puedo vagamente recordar es siempre lo mismo; Levantarse, salir al sol, volver a la celda, ir al salón de manualidades, comida y hora de dormir.
De vez en cuando podíamos elegir ir a la cancha a practicar algún deporte en vez de a la hora de a la hora recreativa pero para eso teníamos que ser buenos. Muchas personas, al estar en mi lugar, habrían dejado de contar tras el primer año de condena. Pero yo aún encontraba necesario recordarme el traspaso de un día. Después de todo, las cosas importantes pasaban en ese corto periodo de 24 horas.
Cuando desperté en la mañana, le eché un vistazo al viejo reloj que tenía colgado en el mural. Estaba roto y oxidado pero al menos aún cumplía con su función y eso era todo lo que me importaba. Eran las 5:46.
Me había despertado unos minutos antes del primer llamado lo cual me daba tiempo de volver a dormir e intentar recuperar el sueño que tuve. Pero por más que intente hacer memoria del mismo, no pude ver nada más que aquellos ojos cafés los cuales eran muy recurrente en la mayoría de mis sueños y pesadillas.
Luego de un tiempo, llego el oficial al mando dando la llamada despertadora. Su voz llenó cada una de las celdas haciendo que los quejidos se comenzasen a escuchar por todo el lugar. Fruncí el ceño sintiendo como luz del sol comenzaba a colearse por la mini ventana. Era hora.-Vamos-hablé para mi mismo-un día menos para morir.
Gire la cabeza rápidamente cuando sentí un ruido ensordecedor golpear contra los barrotes de mi celda. El oficial Riggs se encontraba bailando una llave entre estos.
-¿Hablando sólo de nuevo, Miller?-pregunto con una sonrisa burlona
Riggs parecía de mi edad. Era un guardia y la única persona del equipo de seguridad que estaba por debajo de los 35 años. También era el único que se atrevía a burlarse de los presos sin miedo a las consecuencias que traía confrontarnos.
-Venga, sal ya-dijo sacudiendo la cabeza y abriendo la celda al mismo tiempo.
Obedecí. No quería una reprimenda. Camine por la larga fila de hombres vestidos de naranja mientras repetía sus apellidos en mi cabeza. Cuando llegue a la "M" me introduje a la fila.
Algo que las películas de reclusos no mencionan, son las reglas. Y menos cuando la cárcel en la que están encerrados se trata de una de alta seguridad. Eso haría la película corta y aburrida ya que nadie rompe las reglas y aquellos que si, mueren en el intento.En Norwich, una de las reglas que teníamos era mostrar nuestras manos en todo momento. Pues no queríamos parecer sospechosos al tenerlas en el bolsillo. También teníamos que ser respetuosos con los del equipo de seguridad y dirigirnos hacia ellos por su apellido y no por nombres personales. No podíamos correr, recibir llamadas fuera de los horarios o reunirnos más 5 reclusos a charlar.
Las reglas varían también dependiendo de la categoría tras la cual fuiste encarcelado. Yo estaba en categoría A lo que significa riesgo para seguridad pública y nacional por lo cual no tenía permitido alejarme más de 5 metros del guardia encargado y tampoco podía andar libremente sin esposas a no ser que se tratase de estar en mi celda o para comer. Cuando comía, las cadenas pasaban de estar en mis manos a estar en mis pies.
Cuando llegamos al frontón, las personas no perdieron tiempo en caminar por el lugar para estirarse y sentir que podían hacer algo por ellos mismos. Cerré los ojos suavemente dejando que uno de los rayos del sol me acariciasen la cara.
La vida podía ser muy irónica. Hubo un tiempo en donde tomar el sol significaba para mi ir a Fiji por un fin de semana. Ahora, era el lujo más grande que podía darme.
