Capítulo 7

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— ¿Por aquí?— Preguntó el alemán conduciendo la camioneta a una velocidad para nada segura

—No, es en la siguiente, la dirección es Cuadra 8, no Cuadra 7— Corrigió el italiano leyendo la dirección en los papeles que la [Nacionalidad] había impreso la noche anterior.

— ¿Cuándo encontró [Nombre] todo eso?— Preguntó Zwingli al aire

—No hace mucho, si lo hubiese sabido desde un inicio nos lo hubiese contado— Habló Vargas

—Probablemente luego de la supuesta muerte de Alfred— Comentó el de ojos azules doblando en una esquina, haciendo que el carro se inclinara un poco.

Rápidamente Lovino recordó las palabras de la universitaria en el parque.

— ¡Ahí es!— Exclamó el de ojos menta señalando una casa. Efectivamente, esa era la dirección que la [Nacionalidad] había impreso. Además, el auto de la viuda estaba en la entrada del lugar.

—No hay duda alguna, si el carro está aquí, la viuda y [Nombre] también— Dijo Lovino bajando de la camioneta.

—Y el amante— Recordó el alemán.

Los tres se acercaron a la casa. Ya habían llamado refuerzos a la estación de policías, sin embargo, decidieron no perder más tiempo y ellos fueron por delante. Beilschmidt dio una señal y de tan solo un golpe la puerta de entrada se abrió. Se adentraron en la casa sin mucha preocupación de mantener silencio y, de una puerta de la derecha, salió un muchacho sorprendido.

— ¿Quiénes son ustedes? ¡Largo de mi casa!— Exclamó nervioso

—Somos la policía, tendrás que dejarnos revisar el lugar— Respondió Zwingli

— ¿Tienen alguna orden, por lo menos?— Habló apresurado. El italiano le entregó bruscamente unos papeles al joven quien, según las investigaciones de la [Nacionalidad], debía ser el hijo del amante de la señora Willson. — ¿Qué quieren?, ¿qué es lo que buscan?, aquí no hay nada— Se defendió, sin embargo, tan pronto como terminó de hablar, se oyó un auto arrancar en la entrada de la casa. El muchacho intentó correr pero Zwingli se apresuró en inmovilizarlo.

Beilschmidt y Vargas salieron apresurados notando como el auto de la viuda se alejaba por la calle. El alemán desenfundó su arma y con seguridad disparó hacia las llantas traseras del vehículo. Rápidamente ambos corrieron hasta el auto de la señora Willson que, ahora, se encontraba detenido a un lado de la calle a solo unos metros de la casa. Del asiento del conductor salió un hombre bastante intimidante, sin embargo, este apareció levantando las manos en señal de rendición. El de ojos azules tomó sus brazos y los esposó con rapidez.

El italiano caminó hasta el asiento del copiloto y abrió la puerta bruscamente.

—Bájese del auto con las manos en alto— Dijo con autoridad. La señora no pudo hacer más que obedecer. El joven de cabello marrón repitió la acción de su compañero colocándole esposas a la mujer, e instantáneamente revisó el interior del auto con preocupación. — ¿Y la chica?— Le preguntó a la viuda.

Aquella pregunta llamó la atención del alemán, notando que la [Nacionalidad] no se encontraba en el vehículo. Ninguno de los dos arrestados respondió, pero ese silencio que se había generado luego de la pregunta del oficial desapareció cuando el intercomunicador del rubio sonó.

—Ludwig— Se escuchó la voz de Zwingli con una sensación de tranquilidad —La encontré— Dijo para botar suspiro el de ojos menta—Lovino, ¿escuchaste? [Nombre] parece estar bien en general, pero está inconsciente, tiene un golpe en la cabeza, nada más. Ya llamé a una ambulancia—

¿Quieres algo de tomar? - Romano x lectora - HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora