Capítulo 5

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Resonaban pisadas apresuradas en los pasillos del hospital. El hombre tomó el ascensor y subió hasta el piso indicado. Cuando llegó y vio el pasillo lleno de puertas a un lado y de bancas al otro, se destrozó al ver en una de ellas a una muchacha con la cabeza entre las manos. Se acercó lento, asegurándose por alguna extraña razón de que sus pasos ya no llamaran más la atención. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo escuchar el pequeño y casi inaudible llanto de la chica, le rompió el corazón.

Se sentó a su lado en silencio. No fue como la primera vez en aquel parque, ahora, la chica no volteo a ver quién se había sentado, simplemente se tensó.

El italiano miró la puerta en frente de ellos, estaba mal cerrada, pero podía jurar saber quién se encontraba ahí dentro.

—Está muerto— Murmuró ella sin saber a quién le hablaba realmente. —Está muerto y no me dejan verlo— Volvió a decir con una pizca de rabia en su voz.

El muchacho a su lado solo pudo suspirar sin saber qué decir.

La puerta mal cerrada se abrió dejando salir de la habitación a una joven enfermera que miró a la [Nacionalidad] con tristeza, sin embargo, la universitaria no levantó la cabeza en ningún momento. La recién aparecida cerró la puerta con unos papeles en sus manos y comenzó a alejarse de ambos muchachos para tomar el ascensor. Mientras esperaba a que este llegara, el italiano se levantó de su sitio y caminó hasta ella.

—Buenas tardes— Saludó cordialmente a la enfermera.

—Buenas tardes, señor, ¿necesita algo?, ¿es usted familia del señor Jones? Como ya le dije a la señorita— Comenzó a hablar hasta que el oficial la interrumpió mientras mostraba su placa de policía federal.

—No soy familiar, pero necesito saber qué pasó con el chico— Dijo serio mirando de reojo a la [Nacionalidad] que, sin oír nada, seguía cabizbaja en la banca con la mirada perdida en el suelo.

La mujer estaba por responder para cuando las puertas del ascensor se abrieron en par para mostrar una figura muy similar a la del oficial. El nuevo hombre en el lugar, quien traía una bata larga de doctor, un cabello castaño con un peculiar rulo a su izquierda y una mueca de sorpresa total salió del elevador y se posicionó frente al italiano.

— ¿Lovino?— Preguntó asombrado

Ciao Feliciano— Saludó sin sentimientos el nombrado.

— ¿Qué haces aquí?— Volvió a cuestionar el doctor presente comenzando a emocionarse por la presencia de su hermano mayor.

—Uno de tus pacientes era un testigo importante para mi caso. Pero parece que ya murió— Comentó con algo de resentimiento.

—Tuvimos un problema con el generador principal del edificio— Dijo el menor arrepentido

—Y por ese problema ya se perdieron doce vidas ¿Cómo pudieron dejar que ocurriera?— Reprimió el mayor de los Vargas.

—No pudimos evitarlo, oficial; el generador de energía fue atacado— Defendió la enfermera

— ¿Y acaso no tienen seguridad en este lugar?— Volvió a hablar Lovino furioso pasando entre ambos médicos e ingresando al ascensor largándose del lugar.

La muchacha salió de su trance cuando escuchó a alguien detenerse en frente de ella, esperando a que levantara la cabeza. Así lo hizo. Se encontró con un muchacho terriblemente parecido al hombre que tanto tiempo de imaginación robaba en ella. Por un momento pensó en tirarse encima de aquel chico a abrazarlo y llorarle en el hombro, pero se quitó de la cabeza el parecido que tenían y decidió escuchar lo que tenía que decir. — ¿Sí?— Preguntó ella con una voz áspera y apagada.

¿Quieres algo de tomar? - Romano x lectora - HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora