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Hubo muchos más intentos después y antes de ese, sin embargo Elsa no recordaba ninguno con tanta claridad como aquel en concreto. Su mente rebobinaba esas escenas una y otra vez cuando menos lo esperaba, en especial aquella última que la hacía sonrojarse sin poder remediarlo. Esto también implicaba tener que dar razones a su hermana, que no paraba de hacer hipótesis sobre el motivo por el que se sonrojaba. Y muchas de ellas para su pesar eran bastantes sucias...

-Psst, Elsa- recibió un pequeño codazo junto a la llamada-, ¿estás ahí?

-¿Eh?- murmuró confundida y miró a su compañera de asiento, Belle, que la observaba con sus ojos reflejando confusión y preocupación-. ¿Pasa algo?

-Sí, últimamente estás muy distraída. ¿Te encuentras bien?

-Ah sí, perfectamente- respondió rápidamente.

Belle hizo una mueca, dejando en claro que no le creía.

-Si me necesitas, ya sabes donde encontrarme.

Elsa asintió con parsimonia y sonrió. Belle era una de las pocas personas en la que confiaba lo suficiente como para decirle sus secretos más profundos. Habían sido muchas las veces que había agradecido mentalmente tenerla como amiga y compañera en la mayoría de sus clases. El haber tenido clases privadas en casa durante gran parte de su adolescencia había dañado su forma de relacionarse con los demás, así que poder contar con una amiga tan cariñosa y amable como Belle era un tesoro para ella de valor incalculable.

-Claro. Aunque si se da el caso, espero tener más atención que Aladdin, ¿sabes?-bromeó para eliminar la pequeña tensión que había entre ellas.

Belle volvió a hacer un mohín, mientras un rojo carmín cubría sus mejillas-. Jamás pondría a un libro sobre ti- lo sabía, pero eso no quitaba que le gustara chinchar un poco a la ávida lectora.

-Bueno, ¿y cuál libro piensas leer?- preguntó curiosa, cambiando de tema.

-Voy a volver a leerme La reina de las nieves. Me apetece leer un poco de Andersen.

-Ya veo. Disfruta la lectura.

Ambas se despidieron y, cuando Belle ya hubo desaparecido de su vista, se permitió hacer una mueca amarga. Aquel libro en concreto le evocaba muchos recuerdos. Buenos y malos. Aún recordaba con fluidez todos los sentimientos que había tenido con aquella entretenida historia de una niña buscando a su amado amigo tras ser secuestrado por la infame Reina de las nieves. Siempre le hacía sentir una profunda tristeza y nostalgia, ya que al contrario que los demás ella empatizaba solamente con la "frívola" reina. Nunca se había puesto en los pies de Gerda. No había sentido compasión por la pequeña infante por perder a su casi hermano. Solo se entristecía al pensar que la reina volvería a estar sola en su enorme castillo otra vez.

Justo como ella estuvo durante toda su adolescencia.


RecíprocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora