Londres, Inglaterra.
Siete meses más tarde.
LOREN:
Realmente no me sorprendí cuando el juguete favorito de mi hijo resultó ser un tambor. Había previsto eso desde que Anabelle le colocaba música de Ed Sheraan para comer, defecar o cualquier cosa que hiciera desde que nació. Intenté evitarlo. Compré discos de rock y automóviles de plástico que costaron una fortuna, pero él seguía lloraba por la maldita cosa cuando se la quitabas. Todos en casa se ponían en mi contra. Mike lo defendía diciendo que violaba sus derechos de libertad para expresarse. Belle se molestaba y se lo devolvía, al igual que mamá. Incluso Lucius le había comprado uno para suplantar el suyo cuando se lo quitara.
El mundo claramente estaba en mi contra.
—¡Mike! —gritó antes de mirarme—. Volveré después del mediodía. —Anabelle se puso de puntillas para besar la mejilla de nuestro hijo, quién le sonrió abiertamente, antes de ir a mis labios. Me dio un beso rápido antes de tomar la manilla de la puerta—. No hagas un desastre. No quiero encontrarme con otra reunión con el club de madres que aman a mi esposo.
Puse los ojos en blanco.
Ella me hablaba de esa manera debido a que la última vez que me dejó con mi hijo en casa, en Cornwall, a solas por un largo tiempo, terminamos haciendo su primera fiesta. No era mi culpa que los bebés que mi madre conociera en el pueblo tuviesen madres lunáticas que después me añadieran a un grupo de chat como excusa para hablarme por cualquier estupidez a modo de coqueteo. Una mueca se forma en mi rostro al recordar el nude con leche materna que me obligó a contarle sobre la situación a Anabelle. En ese punto ya se había salido de mis manos.
—No lo haré. —Miré hacia la escalera—. ¡Mike, Anabelle ya se va!
Mi hijo bajó las escaleras con prisa. Estaba usando un gorro en conjunto con un abrigo verde tres tallas más grandes y vaqueros. Anabelle tomó su mano con una sonrisa. Iban a una firma de libros en una famosa librería de la ciudad. Luego irían a un almuerzo con sus lectoras más allegadas y dueños de blogs. Me encantaba acompañarla a ese tipo de cosas, adoraba ver cómo sus sueños se estaban haciendo realidad, pero Nollan no pensaba lo mismo. Lloraba cuando se daba cuenta de que tendría que conformarse con nuestros brazos para tomar una siesta. Adoraba su cama más que a sus padres.
—Adiós, papá —se despidió antes de desaparecer.
Ya que la compañía había crecido mucho en los últimos meses, un guardaespaldas de Ryan estaría acompañándolos y haciendo de chófer. Una vez salieron de la casa me acerqué a la ventana con Nollan en brazos. No despegué mis ojos de ellos, saludando a Mike cuando me notó, hasta que se fueron. Una vez a solas miré a Nollan y lo descubrí observándome con atención. Siempre me quedaba a solas con él, pero la mayoría del tiempo pensaba que era quién lo disfrutaba más de los dos. Me dirigí a la cocina y lo dejé en una silla alta mientras me disponía a preparar su biberón. Una vez estuvo listo lo tomé de regreso y nos acerqué a la sala. Abrí una cerveza para mí mientras hacía lo suyo. Estábamos viendo un partido de fútbol.
Pasando tiempo padre e hijo.
Maldije cuando, tras acabar su botella, empezó a llorar.
Sabía lo que malditamente quería, pero accidentalmente no había empacado su tambor. Fui a su habitación para tomar un auto. Cuando regresamos a la sala lo senté en la alfombra y tomé asiento frente a él. Seguía llorando, su rostro volviéndose casi tan rojo como su cabello, mientras se lo pasaba. Estaba usando medias y un enterizo blanco. Juraba que me había visto un poco como si me odiara cuando el auto chocó contra su regordeta pierna extendida. Por suerte lo alcancé antes de que se echara hacia atrás, agitándose, y se diese un golpe.
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Extras de DP ©
RomanceSi quedaste insatisfecha/o con el final de DP y quieres saber más de cómo fue el regreso de Lorebelle y el nacimiento de Nollan y la crianza de Mike, este es tu lugar.