8: Recordatorio.

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Dubái, Emiratos Árabes.

Dos años después.

ANABELLE:

La casa de Dubái era nuestro sitio de vacaciones. Para muchos podía ser demasiado artificial, a veces incluso yo lo pensaba, pero Loren y Mike eran felices aquí. Nollan también adoraba la playa, lo cual era gracioso ya que odiaba el mar en Cornwall. Suponía que se debía a las olas. Aquí casi no existían. No me extrañaría que hubiese alguien en algún lado del Emirato regulando su intensidad con un medidor. Terminé de meter los empaques con comida gourmet para nuestro día en la arena antes de ir por mis chicos. Los encontré en la sala. Mike le enseñaba a Nollan a armar un rompecabezas mientras la niñera que Loren contrató los supervisaba.

—Aquí estás —murmuré arrodillándome para tomar a mi pequeño niño regordete del suelo, guindándolo en mi cadera.

Antes de levantarme presioné un beso en la cima de la cabeza de mi apuesto jovencito, quién se puso de pie para ayudarme con el canasto. Loren estaba pasando el día con Ethan y su hermano atendiendo negocios, por lo que no se uniría a nosotros hasta más tarde. Los había hecho prepararse media hora atrás, por lo que ambos usaban trajes de baño y doble capa de bloqueador solar. Se veían adorables.

—Mamá —se quejó Nollan cuando lo até a su silla en la parte trasera del auto, sus ojos cubiertos con una mascarilla acuática que se negaba a quitarse—. ¡No! ¡Nollan libe! ¡Nollan tiene delechos!

Solté una risita mientras terminaba de atarlo. A veces usaba las palabras que Mike y yo le enseñábamos en nuestra contra. Loren disfrutaba cuando eso sucedía. Presioné un beso en la cima de su cabeza antes de sentarme en el asiento copiloto. Nuestro chófer terminó encargándose de nuestro canasto, así que Mike ocupó su lugar al lado de su hermano en la camioneta tecleando en su teléfono. Lena y Loren se lo habían comprado un mes atrás con la finalidad de que siempre estuviesen comunicados.

—¿Ana? —preguntó cuando estábamos llegando al hotel Stamford.

—¿Sí?

—Papá me acaba de pedir que te pregunte si no te molesta quedarte con Nollan mientras tomamos clases de buceo en la tarde.

—Por supuesto que no, cariño. Diviértanse.

La playa frente a nuestra casa era linda, pero amaba aún más recostarme en una de las tumbonas del hotel y escribir o pedir piñas coladas mientras vigilaba a los chicos. Loren me convirtió en una caprichosa, lo sabía, pero no podía hacer nada al respecto. Era mi esposo. Tenía ese derecho. Cuando llegamos al área exclusiva del ya de por sí exclusivo lugar, la encargada se acercó para saludar a Nollan y a Mike. Loren venía mucho más aquí con ellos que lo que lo hacía conmigo para darme tiempo a solas para escribir.

Forcé una sonrisa amable en mi rostro cuando se enfocó en mí tras besar las mejillas de mi bebé, quién, traidoramente, lucía encantado.

—Ah, hola, señora Van Allen. —Se enderezó con una sonrisa amplia. Era una bonita rubia en un bonito vestido rojo—. Lo siento por no saludarla antes. Pensé que era la niñera. No pude identificarla debajo del sombrero gigante y las gafas oscuras.

Jimmy, nuestro escolta, bufó mientras yo alzaba una ceja.

—Está bien —respondí rodeándola y yendo con mis chicos a nuestra tumbona, poco interesada en su intento por rebajarme debido a sus celos.

La entendía. Loren era cada día más apetecible. Me había dado cuenta de lo mucho que le gustaba desde el primer día que vinimos, pero él lo ignoraba. Claramente no le prestaba atención, lo cual estaba bien, pero a veces deseaba que fuera un poco más como John y la alejara en lugar de divertirse o excitarse con mis celos.

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