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Siento mucho no haber actualizado antes, estoy hecha un lío y mi vida es un desastre, hago lo que puedo y espero que aún apoyéis esta historia. En unos minutos actualizaré ''7 días de sumisión también'', lo siento.

Es de noche y no puedo dormir; afuera la luna se esconde, como presagiando una catástrofe que no quiere presenciar y mi cuerpo menudo se esconde y retuerce entre las sábanas pretendiendo ser una arruga más. Mi mente parece ocupar toda la habitación y enrollarse en mi garganta hasta no dejarme respirar.

Dunkel aún no ha venido a verme y puede que está bien, pero también puede que no y que necesite ayuda mientras yo estoy encadenado en la habitación, incapaz de ir a socorrerlo y acompañarlo en su último aliento. O puede que su cuerpo esté de maravilla y lo único malo en él sean sus pensamientos sobre mí, puede que no quiera verme nunca más o que...

La puerta. La puerta se abre con esa delirante lentitud que solo es suya, con ese desprecio del tiempo propio de alguien eterno.

No se enciende ni un candelabro, no se escucha ni un paso, no siento ni una respiración. No sé dónde está, ni si está siquiera.

—Te dije que debías quedarte aquí, esclavo. —su voz suena justo al lado de mi oído, ronca y masculina.

Doy un repullo, alejándome instintivamente, pero él me retiene con sus poderosas manos. La cercanía de su cuerpo me roba el calor, pero siento una enorme calma invadiéndome.

—Lo sé, amo, lo siento. Me preocupé, mi padre suele montar emboscadas así y pensé que podía suceder algo y...—una mano en mis labios me silencia, siento su tacto firme, pero cuidadoso.

No está enfadado conmigo, al menos no tanto como para olvidar que soy frágil.

—Me salvaste —dice con una voz llena de orgullo, acaricia mi cabello con cuidado y siento su mano detenerse al llegar a la nuca —, pero te pusiste en peligro a ti mismo. —la mano prieta, obligándome a quedarme inmóvil y con la garganta al descubierto. Puede morderme sin que yo tenga oportunidad alguna de resistirme, pero no lo hace. —Al menos ahora sé de qué bando estás, pero estar de mi bando no hace que puedas comportarte como quieras. Dime ¿Qué sucede con los esclavos desobedientes?

—Son... son castigados por sus amos... —digo con un nudo en la garganta y la lengua tropezándome en la boca.

La excitación vuelve a crecer en mí con solo imaginar a Dunkel poniendo sus manos en mi virilidad de nuevo u obligándome a tragar la suya hasta que mi garganta se inunde de su semen. Mierda ¿Cómo puedo desear tanto algo y no desearlo a la vez? No quiero que ese anillo me robe los orgasmos y el aliento sumiéndome en una tortuosa desesperación, no quiero llorar, jadear y suplicar, pero cada vez que pienso en ello mi polla se yergue más y más pese al miedo que crece en mi interior.

—Parece que los castigos siguen causándote el mismo miedo que cuando te capturé, pero ahora te causan algo más también. —comenta con una voz burlona, bajando con la palma extendida y suave de su mano por mi pecho, vientre y pelvis hasta llegar al pubis, lugar donde se detiene y deshace la caricia.

Enrojezco violentamente, cayendo en la cuenta de que, aunque yo no puedo ver nada, para él la oscuridad absoluta no es un problema.

—Sobre mis rodillas. Voy a azotar tu culo un poco, después vendrá el verdadero castigo. —mi cuerpo entero tiembla cuando le escucho moverse y advierto, por el peso en la cama, que se ha puesto en la orilla de esta sentado.

Me muevo torpemente, palpando entre tinieblas el colchón sobre el que gateo. No sé dónde está él, hasta que me coge con fuerza de la cintura y me arrastra hasta tumbarme sobre sus rodillas.

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