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Dejo caer mis brazos con toda mi fuerza. Mi vida pasa por delante de mis ojos, incluso si no soy yo el que va a morir. No me había dado cuenta de que estaba llorando, pero no me arrepiento de lo que estoy haciendo, solo me pone inmensamente triste que sea necesario.

Cierro los ojos y siento la daga frenar en seco. Es extraño, siempre pensé que podría sentir en mis brazos la facilidad con la que el filo se hunde en la carne mientras se ralentiza. Puedo sentir el vientre debajo de mí hinchándose y deshincándose. Aún respira.

Abro los ojos. Dunkel está frente a nosotros, agachado, agarra la daga con cuidado, pinzando la hoja con dos dedos y deteniéndola a un centímetro del pecho de Bruce.

—Está bien, esclavo, has hecho lo que debías. —dice quitándome el arma. Rompo en llanto ¿Qué sucede? ¿Por qué no me deja matarlo? —Dijiste que estabas harto de luchar en una guerra que no te pertenecía, así que no pienso hacerte matar por ella. Ven conmigo, dejaremos a tu hermano con Samael, él se encargará de que no vuelva a causar nada como esto de nuevo.

Asiento, todavía temblando por la emoción del momento y llorando porque he matado a mi hermano; incluso si no lo he hecho, he decidido hacerlo y para mí es lo mismo.

Me toma de la mano gentilmente y me levanta, me estrecha junto a su cuerpo con fuerza y yo me abrazo a él, llorando a mares por qué recuerdo lo desolador que fue imaginar que no volvería a verlo de nuevo.

—Amo, Miquel...

—Lo sé, Gerald ha olido su sangre y nos ha desvelado a todos. Ahora él está en tu habitación, con el cuerpo de su esclavo. No dormirás más ahí ¿De acuerdo? Gerald no lo permitiría. —asiento con lágrimas en los ojos mientras pienso en mi prisión y hogar como un santuario para mi amigo, como una tumba donde Gerald irá a rezarle a ningún dios, sin esperanza.

Veo como Samael emerge de entra la penumbra y el silencio y coloca un collar en el cuello de mi hermano, así como una mordaza en su boca. Gruñe algo ininteligible, pero pronto se aleja tirando de él y todo sonido desaparece.

—Amo, lo siento tanto, lo siento...

—Deja de disculparte, es una orden. —muerdo mi labio para no seguir haciéndolo, duele tanto pensar que he perdido a Miquel, que Gerald le ha perdido de forma tan dolorosa como si yo perdiera a Dunkel.

Duele tanto que tratar de imaginarlo me abruma y hace las lágrimas me salten solas y mi corazón no pueda soportarlo.

Dunkel me carga como a un niño pequeño y me lleva dentro, en dirección contraria a mi habitación; pero puedo escuchar los lamentos que provienen de ahí.

Cuando un hombre fuerte llora es demasiado doloroso, devastador como el derrumbamiento de un muro impenetrable; su voz suena tan apagada y sin vida. No hay lágrimas para suplir una ausencia, no hay dolor que pueda llenar un vacío. Cuando alguien muere es simplemente irremplazable, por eso amamos tanto y cuando perdemos a una sola persona, perdemos tanto.

Me deja sobre su cómoda cama y se retira para buscar algo. Vuelve con un trapo húmedo y mientras soy incapaz de hablar retira toda la sangre seca que tengo en mi cuerpo.

Después me abraza y acaricia mi espalda para relajarme, haciendo que el índice viaje levemente por toda mi columna.

—Está bien, eres un buen chico. —dice entre susurros, con su nariz hundida en mi pelo y sus labios contra mi cabeza. Me siento tan protegido con él que cuando lloro no me siento débil, sino sincero.

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