19. Pelea

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La puerta se abre y Kyle sonríe antes de abrazarme. Ya no me toma tan por sorpresa como antes, ha tenido la costumbre de hacerlo desde que Dylan me pidió ser la novia. Sonrío correspondiendo y puedo sentir el perfume de Drew en él, supongo que ella también se encuentra en el departamento, no pueden estar más de cinco minutos separados.

—Te extrañé, cuñada —murmura besando mi mejilla antes de soltarme y dejarme pasar.

—¿En serio? —inquiero sorprendido y asiente con una sonrisa.

—Sí. No te veía tan seguido como para ponerte de malhumor o probar tu comida. —Pongo los ojos en blanco. Claro que iba a extrañar la comida, así son estos chicos. Se aproxima a mi oído y eso me habría incomodado hacía unos meses, pero ya tenemos mucha más confianza con estos chicos—. Sufrimos una intoxicación.

—¿Ella cocinó? —susurro también y asiente con rostro serio—. Debes mantenerla alejada de las cocinas siempre.

—No te preocupes, a ella le gusta estar en mi cama —declara y siento que me sonrojo mientras él se ríe y pasa un brazo por mis hombros—. Ah, cuñada. Realmente extrañé hacerte sonrojar. —Caminamos por el pasillo y sonrío a Drew que se encuentra dormida en el sofá—. ¿Podemos cocinar luego?

—Claro.

Besa mi mejilla y me deja en la puerta del cuarto de Dylan. Sí, Kyle tiene su lado dulce. No toco, simplemente abro la puerta y me meto dentro. Estoy un poco sorprendida y cierro la puerta para que la parejita no pueda escucharnos. Mi ceño se frunce con mucha rapidez y siento que hiervo de la ira. Me acerco a él y le quito los auriculares.

—¿Qué mierda estás haciendo?

Luce muy sorprendido y deja las pesas sobre el escritorio lentamente. Haciendo ejercicio. El hombre estaba levantando pesas cuando aún tiene un maldito yeso en su brazo y estaba de pie cuando su pierna sigue rota y también se encuentra enyesada. Ni siquiera usaba las muletas.

—Maravilla... —murmura esbozando una sonrisa nerviosa y titubeante—. No sabía que vendrías.

—¿Hubieras esperado a que me fuera antes de continuar con tu maldito entrenamiento? —inquiero tomándolo de la camiseta y haciendo que se siente en la cama. No debería estar tanto tiempo de pie sin usar muletas—. ¿En qué mierda pensabas?

—Maravilla, debes calmarte porque...

—¡No tienes cara! —exclamo dándole un empujón a su pecho—. ¡Me pides que me calme! ¡Estabas levantando pesas! ¡Hacías ejercicio!

—¡Soy modelo! ¡Creí que lo entendías!

—¡No me vengas con eso! —reclamo temblando de la furia. Ahora mismo podría darle unos cuantos puñetazos. Lo peor es que tiene la osadía de mirarme con el ceño fruncido y fingirse molesto—. ¡Sabes muy bien que entiendo tu trabajo y no tengo problemas con él! ¡No me interesa los problemas de aceptación que sufrió el modelo Dylan Eriksen! —declaro apretando los puños—. ¡Me interesa que mi maldito novio es un cabeza dura y no le interesa su salud!

—Soy modelo, debo mantenerme en forma —masculla entre dientes y cruzando su brazo—. No puedo engordar y dejarme estar por un pequeño accidente.

—¡Pequeño accidente! ¿Tú crees que lo tuyo fue un pequeño accidente? —Me inclino hasta tener mi rostro a su altura y mirarlo fijamente. Ni siquiera me deslumbro por su belleza, estoy muy enojada ahora mismo—. Recuerdo muy bien tu cirugía luego del "pequeño accidente". Recuerdo perfectamente que ni siquiera podías moverte bien ni reírte porque te dolía.

—Eso solo fue durante los primeros días.

—Hasta hace una semana no podías meterte en la ducha tú solo.

Corazones solitarios #2. RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora