CAPÍTULO 7

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Cap. 7

Robert conducía preso de un sentimiento inexplicable, la locura amenazaba con dominarle; ahora resultaba que los demás habían visto, lo que él, como el gran estúpido que había sido, no había podido ver, o mejor, no había querido.

Se rió con sorna pensando en como se debía haber reído la perra de Linda, cuando le decía toda esa sarta de mentiras sobre Jennifer; debió haberlo pasado de lo lindo, riéndose a sus espaldas al ver como creía todas sus intrigas y estupideces.

Se merecía lo que Jennifer había hecho, se merecía eso y más. Golpeó repetidamente el tablero del auto, frenó de improviso y se apeó para maldecir una y otra vez su estupidez; pateó el neumático delantero, buscando un desahogo y nada.

Reconoció el auto de Mario que venía acercándose, no quería hablar con nadie, necesitaba estar solo; regresó rápidamente a su puesto tras el volante, ignorando el incesante sonido del claxon del otro vehículo; reinició la marcha apresuradamente dejando trozos de neumático en el asfalto; el auto se descontroló un poco pero con pericia logró estabilizarlo.

Avanzó a gran velocidad y en un momento pensó que había logrado dejar a los otros autos rezagados, entonces sostuvo el volante con una mano y con la otra buscó una botella que sabía que llevaba en el auto; al no encontrarla quitó solo unos momentos la vista del camino y cuando descubrió la botella, la levantó, justo para ver el otro auto que venía sobre él de frente.

Maniobró rápidamente como el experto conductor que era, pero una vez más perdió el control del vehículo saliéndose del camino, yendo a parar contra un árbol a gran velocidad.

Despertó un par de horas más tarde en un box, de la sala de emergencias del Shepard Memorial Hospital; a su lado estaban Mario, Spencer, Dave y Steve que lo veían con seriedad manteniendo todos una postura decididamente beligerante.

-si lo que quieres es matarte, podemos ayudarte y con ayuda de Matt, que está ahí afuera con los demás, no dejaríamos una sola huella; por ningún motivo pondríamos en riesgo nuestra felicidad al lado de nuestras esposas – era Mario quien le hablaba, mantenía los brazos cruzados sobre el pecho y por lo que Robert veía, parecía siempre estar dispuesto a recriminarle

- escucha Robert; entendemos lo mal que te debes estar sintiendo; pero no puedes dejarte llevar por el desespero; tienes que sobreponerte, maniobrar dentro de esas emociones que te están quemando el seso y vivir para intentar cambiar tu historia – Steve también lo encaró

- creí... creí que me mataría; no era esa mi intención; tan solo quería estar solo

- por poco y lo consigues – dijo Doug entrando al estrecho compartimento, separado por cortinas – el airbag evitó que te partieras la cabeza; pero alcanzaste a golpearte fuerte; no te partiste nada y solo tienes algunos arañazos; pero eso ya lo sabes

- quiero salir de aquí, odio los hospitales – refunfuñó Robert

- esto si que es de broma; un eminente cirujano que odia los hospitales ¿Cómo rayos fue que te conocimos en uno de ellos? – preguntó Dave

- me convertí en médico por mi padre; lo mío eran las carreras de autos; estuve muy cerca de entrar a Nascar, pero murió mi madre y mi padre aprovechó para convencerme de ingresar a la facultad de medicina

- ¡vaya! Así que nuestro apreciado doctor aún nos guarda muchas sorpresas – comentó Mario

- podemos irnos – Paul asomó por un lado de la cortina y les informó – el médico dijo que estaba bien; aunque hubiera querido dejar a Robert el resto de la noche, en observación, aceptó que si en casa va a estar atado a una cama, nos lo podemos llevar – le pasaron la chaqueta y le ayudaron a ponerse en pie

LE APOSTÉ TODO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora