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Se escuchan unas risas al final de la calle 13. Me detengo.

—¿Qué pasa? —pregunta Alex.

—Ellos... ¿Lo saben? —digo en voz baja, aunque sé que aún no pueden escucharnos.

—Que yo soy un criminal, si, cuando salí de ese maldito lugar, fui con ellos y les conté la verdad.

—Eso quiere decir que saben lo que yo hice.

—No, yo solo dije que esa noche habías estado conmigo como de costumbre, nada más, pero no creo que pregunten por qué desapareciste. Relájate, miente si quieres, además aquí el único que puede matarte soy yo.

No sé si lo que dice debería reconfortarme o hacerme sentir peor.

Nos disponemos a seguir, pero alguien pone sus manos sobre mis ojos, como ese tonto juego de niños.

—¿Quién soy? —Pregunta una voz femenina intentado cambiar su forma para que parezca más gruesa.

Nunca pensé que podría hacerlo, pero me alegro de volver a escucharla. Desde el día que Alex fue enviado a la correccional, yo no había vuelto a tener ningún contacto con los amigos del barrio; preferí ocultarme a revelar la verdad.

—Son las manos de una bruja —respondo.

Ella aprovecha para darme un pequeño golpe en la cabeza. Volteo, y recuerdo sus temperamento divertido, misterioso y vengativo, recuerdo la vez que me humillo cuando éramos niños, recuerdo los rumores que cuentan sobre ella, pero primero, recuerdo la razón por la que todos la odian o la aman como si no existiese un punto intermedio; Elizabeth es hermosa; Negros son sus ojos y sus largos cabellos, blanca es su piel y rojos son sus labios.

Supongo que yo no la odio, porque tengo pocas razones para hacerlo, pero creo estar más cerca de ese lado.

—Nos preguntábamos si podíamos jugar con ustedes —dice Alex divertido.

—Lo lamento tanto, pero nuestra mami nos advirtió que no jugáramos con extraños. —responde ella siguiéndole el juego.

—¿Estas segura de que no pueden hacer una excepción? Nosotros somos unos angelitos.

—Pero con cachos y cola —sentencia una chica con el pelo castaño muy corto y pecas en el rostro.

Es Alyssa, y su lado esta su hermano Josh, con el que comparte los mismos rasgos. No los juzgo por mirarme como un muerto que ha resurgido de su tumba.

—Antes estábamos jugando verdad o reto  —dice Josh— ¿Aceptas o ya estas hartos de eso?

—Supongo que estamos hartos, pero aceptamos —respondo.

—Ok, recordemos que le estábamos colocando el reto de Aly —dice Elizabeth.

—Hermana mía, vamos a la calle despavimentada, si esa vieja, por donde los carros tienen que pasar despacio —dice Josh con ojos de demonio— tu reto consiste en parar uno y preguntarle al conductor si te puede llevar a Hogwarts.

—¿Y si me atropellan? —se queja la chica de pecas.

—Celebrare.

—JOSHUA.

Al final Alyssa no fue atropella, pero los que si nos morimos fuimos nosotros, cuando el conductor resultó ser un joven que le respondió con un jódete pinche Muggle; Por lo menos ella obtuvo su dulce venganza, cuando reto a su hermano a conseguir el número de una chica que pasaba y Josh con lo único que se quedo fue el dolor del rechazo y una cachetada en la mejilla. Alex tuvo que pasar toda la calle corriendo sin pisar ninguna grieta, lo que lo obligaba dar graciosos saltitos por toda la acera. Elizabeth contó el día más vergonzoso de su vida, que fue cundo un niño del colegio derramo por accidente todo un tarro de pintura verde sobre ella, dijo que si lo pensábamos bien no fue nada tan vergonzoso, pero fue la primera vez que todos se rieron de ella; después de eso, no le importa lo que piensen los demás. Para mí no se les ocurrió mejor reto que hacerme subir a una escalera que no llevaba a ninguna parte, es decir que solo estaba apoyada contra una pared, me subí confiado, pero cuando llegue a la cima, la escalera empezó a tambalearse como si estuviera a punto de quebrarse bajo mis pies; me tire y caí como un gato.

Lo que queda de la tarde se nos escapa entre retos y verdades. Admito que al principio me sentía como un extraño, pero aunque no me haya atrevido a decir verdad durante todo el juego, cada vez me vuelvo a sentir más parte de ellos y eso es bueno, es de humanos querer pertenecer.

Ahora nos sentamos en medio de la calle, cualquiera diría que estamos esperando a la muerte cuando que creo que en realidad asechamos a la vida.

—¿Ahora qué sigue? —pregunta Alex.

—Ahora tienen que pagar —responde Alyssa.

—Espera, ¿Qué? —suelto de repente.

—Tranquilo tonto, nosotros jugamos así; quienes fallaron un reto o se les noto que mintieron ahora tienen que pagar una especie de condena y si se niegan les va a ir mal.

—Creo que los únicos que fallaron fueron Zack y Eli —dice Josh.

—¡Hey! Yo me si cumplí —se queja Elizabeth.

—No, tenías que comértelo entero.

—Bah, les cumpliré cualquier reto, siempre y cuanto no tenga que ver nada con comidas vencidas.

—Vale, y tu niño ¿Algo que decir? —dice mientras me señala, y al hacerlo, me empapo del humo de su cigarrillo.

Me esfuerzo por no toser.

Si, el reto de Josh era que aceptara uno de esos palillos asesinos que te pones en los labios. Nunca he fumado, mi casa ya está lo suficientemente llena de humo y otros aromas que odio con todo mi ser, casi tanto como odio a mi padre por tomarlos, como lo odio por... no, no, por favor, no tengas a hacer una lista infinita de razones por la cual odias a el que es tu única familia. Al menos no ahora.

—Estoy esperando —dice Elizabeth simulando que mira un reloj en su muñeca.

—Besa al niño que está a tu lado —propone Josh como si nada.

Quiero decirle que no, pero cuando volteo el rostro, nuestros labios se encuentran. Me siento impotente, incapaz de rechazarle y ella lo sabe.

Tal vez Joshua tenía razón; solo soy un niño con ganas de arrancarle los secretos a la vida y olvidar todos los problemas que arrastro como una cadena que me cuelga del cuello.

Cuando nos separamos Elizabeth se ríe con los hermanos, pero yo solo me fijo en Alex; noto un fuego en sus ojos.

—Me tengo que ir —dice parándose y dándome la espalda, sin dejar que nadie le pregunte nada.

Yo también me levanto para ir detrás de él.

Soy un niño, un tonto, un cobarde y un traidor.

Intento no pensar en el cuchillo que lleva en su bolsillo.


Alexander ha encontrado razones suficientes para matarme.

Almas solitarias | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora