Esta será la historia de ella, una historia jamás contada ahora, a través de ella, seremos partícipes y testigos de sus hazañas sacrificios, decepciones y traiciones y aventuras de las que fue parte para poder formar, unir y conquistar el imperio...
En la habitación principal, en el castillo Tag-Maj, encontramos a la sultana Al-Rashid acostada plácidamente, sobre el pecho del almirante Antoine Lamack en una enorme cama, mientras disfrutaban de un cómodo silencio mientras se reponían del intenso encuentro sexual que habían tenido hace una hora.
-En que piensas "cherie"- Dijo el Almirante a la sultana mientras este le quitaba un mechón negro rebelde de su frente y le acariciaba la mejilla.
-En nada- Dijo dijo la sultana de forma evasiva.
Lo cierto era que la sultana tenia mucho en la cabeza y sobre todo como habían sido especialmente duros estos últimos seis meses con la ceremonia de sepultura de su padre, su inesperada coronación, la finalización de la remodelación de ambas habitaciones para la llegada del Duke, y los preparativos para su boda.
La sultana sentía que ahora se cernía un gran peso sobre sus hombros y sentía que no estaba preparada para ello aunque desde chica parte de su educación real había sido dominar la danza, la caza, el aprendizaje de literatura, filosofía, matemáticas y el dominio del de ingles, español, francés, portugués e italiano , se sentía inexperta en los asuntos de política ya que el sultán mientras vivía nunca la involucró en los asuntos de estado y eso le aterraba, de sobremanera porque no quería defraudar a sus súbditos.
También la Sultana se sentía profundamente triste por la inesperada partida de su padre (que tiempo después se enteró gracias al informe de la autopsia que no murió a causa de un resfriado, sino cáncer pulmonar, que había estado combatiendo desde hace tres años) ya que no había tenido la oportunidad de enmendar las cosas con su padre ya que ella a causa de su enojo y obstinación había decidido ignorar a su padre por completo a pesar de que en el pasado el sultán hizo varios intentos por arreglar las cosas con ella, y la sultana se había negado rotundamente. Pero honestamente la sultana no podría estancarse en el pasado y sabia que la única forma que honraría la muerte de su padre sería siendo mejor gobernante que él.
-Mentirosa, seguro piensas soy el mejor amante que has tenido hasta ahora- Dijo el Almirante con una sonrisa traviesa.
-Si claro... dijo la sultana mientras acercaba su cara a la del Almirante y lo besaba apasionadamente y ambos tuvieron que separarse por falta de aire.
-Ya en serio, ¿estas nerviosa por conocer mañana a Jean Philipe, Duke de Orleans?-Preguntó el almirante.
-No realmente, honestamente me da igual porque si en primera instancia me parece feo siempre puedo regresar lo a Francia y alegar tener discrepancias e invalidar el contrato que hizo mi padre con su hermano encontrarme a un candidato más adecuado y listo. Dijo la Sultana Almira partiéndose de risa.
Pero la Sultana Almira sabia que ese pensamiento no seria tan fácil llevarlo a cabo porque en primera el monarca Francés no aceptaría un no sin pelear y segundo el imperio no disponía de dinero suficiente en las arcas para costear una guerra, pero era gracioso fantasear con dicho pensamiento.
Al voltear la sultana y ver qué Antoine tenía el semblante serio enarcó una ceja.
-¿Todo bien?, ¿por qué tan serio? - preguntó la sultana al almirante, mientras acariciaba su rostro.
-No es feo sabes, es bastante atractivo... dijo el almirante en tono serio.
-Me cuesta creer que exista un hombre más guapo que tú. Dijo la sultana en tono divertido.
En cierto modo era verdad ya que el almirante Antoine Lamack, tenia unos rasgos cincelados, una tez blanca, ojos color miel y cabello castaño ondulado, honestamente la sola presencia del Almirante en la corte suspirar a todas las mujeres Indo-Musulmanas del palacio. Por eso la Sultana Almira, no entendía porque él se sentía así.
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-cuando yo vivia en Francia, y servia al rey Luis XVI, mi estilo de vida era muy similar al que tengo aquí contigo Almira, y eso al Duke de Orleans, Jean Philipe le molestaba bastante, y siempre quería que me fuera de la corte francesa, ya que decía que yo solo la contaminaba con mis supuestas "intrigas", lo cierto es que el rey siempre me protegió de los insultos de su hermano, pero al ser más constantes las quejas de su hermano y otros nobles sobre mi, el rey no tuvo más remedio que enviarme aquí. -Dijo el almirante con media sonrisa triste.
-¿Acaso crees que el enviarte al imperio Indo-Musulmán, fue un castigo, impuesto por tu monarca, Antoine?- Dijo la sultana en tono triste.
-No, no para nada "cherie", solo consideré que era una nueva manera de poder iniciar mi vida desde cero, y mejorar las relaciones con Francia. Pero al conocerte y enamorarme de ti mis planes cambiaron para quedarme a tu lado gustosamente. Solo temo que la llegada de Jean Philipe haga que te deshagas de mi, tal y como lo hizo su hermano para complacerlo. -Dijo el Almirante mientras le acariciaba el cabello a la sultana.
-Eso no pasará nadie logrará que me deshaga de mi consejero y amigo tan fácilmente, ni siquiera mi futuro prometido (o eso ella creía), Ahora durmamos amor mio que mañana nos espera un día largo. -Dijo la sultana al Almirante mientras se fundían en un apasionado beso y se acomodaban para dormir.