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Cierro los ojos y te veo.
Me veo a mí misma tan cerca de ti ese fin de semana, me veo sonriendo al contar una y otra vez cada pequeño y hermoso lunar de tu rostro.
Anhelo y vivo con la palpitante idea de jugar y formar de ellos constelaciones, cual niña creando universos en sus sueños.
Veo tus ojos café... radiantes.
Veo sus destellos, su brillo único.
Deleito observar en ellos poco a poco el ocaso de un tono café... La epifanía del alba de ébano aproximándose al dilatarse un poco tus pupilas.
Te siento, te percibo, hay omnipresencia en tu aroma, no hay lugar donde tu dulce fragancia no esté conmigo.
Escucho tu voz, te oigo sonreír en medio del silencio que acompaña mi soledad.
Cierro los ojos y te veo.
Veo tu rostro, enamorado.
Recuerdo y es tan real, te acercas a mí, me miras, sonreímos.
El acelerado corazón y los nervios nos invaden... al cerrar los ojos, respiro el cálido aliento de tu boca y tu nariz, es alucinante y mágico.
Me besas... Tus labios y los míos hechos uno, mientras se deslizan suavemente una y otra vez.
El deleite de tu lengua empapada de saliva, ese dulce sabor a cielo... la sensación de conocer el universo, de explorar galaxias a ojos cerrados, es gloria, es vida, y es el cenit del beso.
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