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En tu mirada encontré el amor, en tu sonrisa la dulzura de un sentimiento. Tus ojos eran reflejo de esperanza, transmitían la paz infinita de un alma cristalina, aferrada a florecer en medio de un lluvioso amanecer.
En el trasfondo de tu humano titubear, fue tu mirada como destello de aurora boreal y tu silencio como galope de corceles en el campo... eso me lo dijo todo. Supe que el brillo de tus ojos y el latir de tu corazón adquirían el sentido que el sol le da al día y las estrellas al nocturno cielo azul, cuando yo, esquiva y de ambulante aparecía frente a ti.
Tu existencia consistía en amar, sí, en amar. Cada día tus deleitantes miradas delataban tus sentimientos, hasta que el a veces acelerado murmullo de mí respirar, confirmó lo que un día el amor escribió: "El secreto refugio de un corazón enamorado, está en el inaccesible y desconocido corazón del ser amado". Desde entonces, pude comprender el sentido prodigioso del todo de tu inexplicable alegría; ambos expresábamos la iridiscente melodía del amor, tú con tu nerviosismo, y yo en estas líneas.
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