El mal no se toma días de descanso

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Jessie, James y Meowth se encontraban de pie frente al monitor, esperando una llamada de Giovanni después de haberle entregado el reporte a Matori la noche pasada. El trío sabía que llamar a Giovanni directamente tarde por la noche o demasiado temprano en la mañana sería una mala idea. El jefe era el que los llamaba a ellos, no al revés. Por otro lado, su secretaria se aseguraría de que su reporte llegara hasta el escritorio del jefe, y esta mañana seguían esperando, luego de comerse un almuerzo ligero de sus provisiones almacenadas en el escondite subterráneo.

Cuando la señal de llamada entrante apareció en la consola justo antes que el reloj tocara mediodía, Meowth presionó el botón para ver a Giovanni y Persian aparecer en la pantalla.

- Hola, jefecito. – lo saludaron los tres agentes.

- Ya terminé de leer su reporte, junto con varios más que llegaron. – comenzó a decir. – Debo decir que estoy bastante complacido con los resultados.

- Eh... ¿señor? – quiso aventurarse Meowth. – ¿Le molestaría darle alguna pista a los que nos perdimos el espectáculo? Ya sabe, tuvimos que abandonar el barco sin un bote salvavidas, así que podríamos estar algo retrasados con las noticias.

- Bueno, por lo que me dijeron de ese niño, sabía que podría costarnos algunos Pokémon potencialmente valiosos si se le ocurría perseguir a los botes salvavidas. – explicó el jefe. – Así que la jaula con sus brazos mecánicos, aunque fueron valiosos para someter a los Pokémon para captura, también sirvieron como la carnada perfecta.

- ¿Quiere decir que...? – Los ojos de Jessie se ensancharon.

- ¿Igual que en el Pokémon Tech...? – agregó James, sonriendo al captar el mensaje. Giovanni les sonrió.

- Durante esta misión, sacrificaron una porción para liberar de persecuciones al resto. Pero no tenían idea de lo que habría en ninguna de ellas, así que podrían haber dejado atrás algo potencialmente valioso. Entretanto, la jaula les permitía a mis agente elegir cuáles Pokémon podrían servir como distracción. Dos Pikachus bastante comunes; un Raticate, absurdamente común con un Rattata y algo de entrenamiento; una Nidoran hembra, ligeramente poco común; un Oddish, absurdamente común... todos esos Pokémon no representaban un gran sacrificio.

- ¡Jaja! – se rio Meowth triunfante. – ¡Excelente plan, jefe!

- Y por lo que me han dicho, ¿se encontraron con un Gyarados mientras estaban a bordo del St. Anne? – continuó el líder.

- Sí. – replicó James. – A uno de los vendedores en el barco le compré un Magikarp y lo evolucioné en Gyarados mientras escapábamos.

- Muy bien. – asintió Giovanni. – Les enviaré la tecnología para someter a Pokémon gigantes.

- Gracias por su generosidad, jefe. – dijo Meowth inclinándose respetuosamente. – ¿Pero cómo hará para encontrarnos sin nuestro comunicador? Tenemos que seguir moviéndonos, ya lo sabe. Vermillion anda sacudida tratando de encontrar a los agentes que invadieron el St. Anne.

- Búsquenme en el parque temático de la Isla de Porta Vista, conocido como Tierra Pokémon. – les indicó. – Es uno de nuestros frentes para obtener fondos para el Equipo Rocket, y ocupa la mitad de la isla. Les enviaré un mapa al sitio de reunión para que lo impriman. El código que le darán al agente estará al dorso. La cuota para entrar a Tierra Pokémon es bastante elevada, así que ese niño no debería ser un factor que afecte a sus provisiones.

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- ¡A-CHUUUUUU! – Ash moqueó, mientras estaba envuelto bajo unas mantas con un termómetro en su boca. Poco después, el termómetro empezó a pitar y Brock se lo sacó.

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