Capítulo 8

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Por la noche cenamos los espaguetis que habían sobrado de la comida y nos acostamos.

A media noche oí un ruido.

Pasé de él, sería Rosie que se había levantado para ir a por agua. Oí otra vez el ruido, pero provenía del bosque que hay cerca de casa. Abrí la ventana y escuché con más atención, no era un ruido, era una voz.

-Auxilio, ayuda…- parecía que decía.

Cogí una manta y unas zapatillas y bajé a la entrada, busque una linterna en el mueble que hay junto a la puerta de salida y fui a ver que era ese lamento. Había nevado y todo estaba cubierto de treinta centímetros de un manto blanco. Hacía mucho frío y fui corriendo hasta el bosque para entrar en calor. Me adentré en el bosque, sentía el impulso de seguir corriendo, y lo obedecí. No sabía por dónde iba, sólo oía una voz pedir ayuda. Recorrí el bosque sin fijarme por donde iba, sólo corría. Llegué a un claro del bosque y vi a un lobo con una herida en el lomo, seguramente algún cazador lo había alcanzado. Tenía un año aproximadamente, tal vez dos, era enorme, blanco con ojos grises claros, garras grandes y colmillos todavía más y afilados.

-Ayuda, por favor.- su voz era débil.

No es que hablara en voz alta, hablaba dentro de mi cabeza, telepáticamente.

-Ven conmigo.- dije en una especie de estado de trance.

Ayudé al lobo a levantarse y me siguió con gran esfuerzo hasta casa. Desde la ventana vi a mamá despierta, se paseaba por la cocina asustada. Entré y mamá se giró, al ver al lobo cogió una escoba y se dispuso a darle, pero yo me planté delante.

-¡No! Está herido.

Mamá le echó un vistazo a la herida, luego, con unos tablones de madera, hizo una confortable cama para el lobo. Le desinfectó la herida y luego se la vendó.

-Con esto bastará, la herida no era muy grave.

-Gracias, mamá.

-Pronto estará de nuevo en el bosque.

-¡No!

-¿Pero, por qué no?

-Porque está solo.

-No digas tonterías, en el bosque hay muchos más lobos, seguro que sus compañeros lo están buscando.- dijo como si hablara con una niña pequeña.

-No, no es bien recibido por ellos.

-¿Y cómo lo sabes?

-M-me lo ha dicho…

-¿Quién?

-Él.- dije apuntando con la cabeza al lobo.

Mamá no se lo creyó, pero se paró a pensar.

-Bueno, se podrá quedar, pero si simplemente gruñe a alguien, se va.

-¡Gracias, eres la mejor!-dije abrazándola.

Mamá se fue a la cama, y yo me acurruqué junto al lobo.

Me desperté por el frío, y porque el lobo me daba golpecitos con el morro en el brazo.

-¿Eh? ¿Qué? ¡Ah, eres tú!- le acaricié.- Te tendría que poner un nombre…- me quedé pensando que nombre le quedaba bien.- ¡Ya sé! ¿Qué te parece Gulay?

El lobo aulló flojito.

-Sí.-dijo.

Le cambié la venda y le puse una crema, luego, le hice andar para comprobar que no cojeara.

Al poco rato se despertaron todos.

Se sentaron alrededor de la mesa mientras mamá preparaba el desayuno, ninguno se percató de Gulay.

Me acerqué a ellos.

-Os presento a Gulay.- dije señalando al lobo.

-¿Eh? ¿Quién es ese?- dijo Dan bostezando.

-¡Un lobo! ¡Qué bonito!- gritó Rosie como habría gritado una adicta a la ropa al ver unos zapatos de rebajas.

-No creo que un lobo sea la compañía perfecta, deberías devolverlo al bosque, Katie.- dijo el aguafiestas de mi padre.

-Pero está herido- protesté.- y mamá me ha dejado quedármelo. ¿A que sí, mamá?

-Sí, pero recuerda, si gruñe a alguien, se va.

-No me parece bien que tengas que esperar a que le haga algo a alguien para echarlo. El lobo es el animal más feroz y sanguinario que puedas conocer.

-Pero es tan bonito…- dijo Rosie, absorta en sus pensamientos.

Cogí un filete de carne que había en la nevera y se lo di a Gulay.

-¿Te gusta chiquitín?- y le toqué la nariz.

-Eh, esa era nuestra comida.

-Gulay tenía hambre.

Mamá estaba que echaba chispas.

Dos semanas después, por la tarde, fui a por carne para Gulay, y, cuando pasé por la habitación de mis padres les escuché…

-Katie no es la misma desde que está ese… animal, ni siquiera se molesta en mirar fotos… sólo le hace caso a ese lobo…

Era cierto que desde hacía un tiempo había dejado de mirar fotos y de estar con mis hermanos, ni siquiera había llamado a Ander…

-Tenemos que deshacernos de él.- dijo papá firme.

-No sé si deberíamos, es la primera vez que veo a Katie tan contenta desde lo del accidente…

-Yo también quiero verla contenta, pero ya sabes lo que dijo el médico, tiene que estar en constante actividad cerebral, si no, la amnesia podría ir a más, y podría olvidarnos a nosotros también.- esa parte el médico a mi no me la había dicho, y me quedé de piedra.- si hace falta matar al animal, se mata, pero no pienso dejar que mi hija me olvide.

Salí de allí corriendo, no quería oír más, no quería olvidar a mi familia, pero no quería abandonar a Gulay.

Fui al salón y saqué los álbumes de fotos. En ese momento mamá me vio, estaba contenta, pero intentó disimularlo.

-Ya era hora de que volvieras de tus vacaciones.

Sonreí.

-Mamá, tú no le harías nada a Gulay, ¿verdad?

-No, claro que no, ¿por qué lo dices?

-Porque os he oído… antes… en la habitación…

-Oh, cariño, tranquila.

-Prométeme que no os desharéis de Gulay.

-Si tú me prometes que verás fotos e intentarás recordar.

Asentí.

Al día siguiente, era domingo y teníamos una comida familiar, tíos, abuelos…

-¿Puede venir Ander?

-Umm… de acuerdo.

-¿Y Gulay?

-No abuses de tu suerte.

Fuimos en coche hasta el restaurante, todos íbamos muy arreglados, con la ropa de la iglesia. Recogimos a Ander y a la chica rubia que le gustaba a Dan. Durante la comida todos reían, hablaban y se contaban anécdotas. Yo estuve hablando con Ander sobre Gulay, el colegio, etc.

A las ocho volvimos, a casa, porque teníamos que ir, al día siguiente a clase. Dejamos a Ander y a la chica en sus casas.

-Te gusta.- le dije a Dan cuando dejamos a la chica rubia.

-Y a ti él.- dijo refiriéndose a Ander.

-¿Cómo se llama?

-Alis.

Llegamos a casa, cenamos y nos acostamos, había sido un día largo para todos.

Un Ángel sin AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora