Cuando abrí los ojos estaba en una habitación toda blanca, enfrente de mí había un televisor, a mi derecha una mesita, y a mi izquierda otra cama donde estaba tendido mi hermano con el brazo todo vendado. Había varios sillones donde estaban mis padres y Rosie, que miraban preocupados. Tenían pinta de llevar allí bastante tiempo. De repente Dan se movió y abrió los ojos. Gimió algo y se incorporó. A Rosie se le iluminaron los ojos y fue corriendo a abrazarle.
Yo también me incorporé mirando a mi alrededor y evaluando la situación.
-Es normal que estés confusa- me tranquilizó mi madre al ver mi obsesión de estudiar cada rincón de la habitación con la mirada.
Intenté incorporarme un poco más, pero sentí un dolor agudo en el vientre que me detuvo. Me levanté la camisa, estaba vendado.
-Tenías una herida enorme, te tuvieron que operar.-dijo mamá.
Estaba mareada, pero no dije nada, quería aprobechar con mi familia todo el tiempo que creía que iba a perder en el momento del accidente, aquel instante en el que creí que la tela de la vida se escapaba de mis manos.
Fuimos a la cafetería del hospital. Al andar me dolía el vientre y notaba una gran presión en el pecho. Intentaba disimular el dolor, pero papá enseguida se dio cuenta.
-Cariño-dijo- ¿quieres una silla de ruedas? Tienes que estar haciéndote mucho daño.
-No, no hace falta- no quería que detectaran el dolor, quería salir de allí con rápidez y que todo volviera a la normalidad cuanto antes. Y, sin embargo, irónicamente noté que al dar un paso se me desplomaba la vida. Y caí al suelo inconsciente.
<<No te preocupes Katie, cuando vuelvas a abrir los ojos estarás otra vez en la habitación del hospital, con papá, con mamá, con Rosie y con Dan>>, <<Todo va a salir bien, ya verás>>- No paraba de repetirme.
Primero todo estaba oscuro, después se fue aclarando, había una luz blanca, casi amarillenta, me sentía como si tuviera el Sol a mi lado. Vi entonces a un señor. Era moreno, de ojos verdes y vestía una túnica blanca. El señor se acercó a mi.
-¿Dónde estoy?
-Ah, -suspiró -todos me hacen esa pregunta.
-Pero, ¿dónde estoy? –insistí.
-En el cielo.
-¡Yo no me he muerto!
-¿Entonces, que haces aquí?
Me quedé perpleja.
-¡No le creo! ¡Está mintiendo!- dejé que se me escapara una lágrima. Otro señor apareció de repente.
- Jone, deja de asustar a la chiquilla - dijo. Era alto, tenía una larga barba blanca, vestía una túnica también blanca y los ojos azules como el cielo.
-Sí, perdón padre.
Después ese tal Jone se fue.
Miré al señor.
-¿Estoy muerta de verdad?
-Más o menos- dijo gesticulando - estás entre la vida y la muerte, tú eliges.
-¿Así de fácil?
Asintió.
De repente ante mí aparecieron dos caminos: uno completamente negro y otro con la luz que acababa de ver. Cuando ya había elegido el camino que iba a tomar avancé, pero el señor me detuvo.
-Vas a elegir “la vida”, ¿Verdad?
Asentí.
-Bien, lo imaginaba, pero has de saber que elegir esta opción tiene sus consecuencias, ahora tu vida va a cambiar, descubrirás sucesos incomprensibles, pero no has de tener miedo, esto es una especie de prueba, si la pasas conseguirás tener una vida normal, si no, volverás aquí, pero no para hablar, si no para quedarte.
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Un Ángel sin Alas
عاطفيةEl día que se rompió, Katie iba junto con su familia a esquiar. Tras una acalorada discusión y un resbalón, el coche en el que iban se estrelló contra un árbol, dejando a Katie sin memoria y con la promesa de los Ángeles de que todo volvería a la n...