6 de octubre de 2017 (Murcia)
Había llegado el día.
-¿Qué te queda? –Me pregunta mi padre. Noto su impaciencia casi de forma instantánea.
-Nada. Yo llevo lista desde hace media hora.
-Pues déjate la cámara y haz algo útil. Ayuda a tu madre. Yo voy arrancando el coche.-Finaliza marchándose por la puerta. Pongo los ojos en blanco y me dirijo al salón. Por lo visto no habrá tregua ni si quiera un día como este. Qué raro que no me sorprenda.
-No me grabes.-Dice mi hermano al darse cuenta de que lo estaba enfocando.
-Es para un vídeo, tú haz como si no estuviese.-Intento convencerle.
-Deja al niño tranquilo.-Dice mi madre saliendo del baño al tiempo que se coloca los pendientes.-¿Dónde está tu padre?
-En el coche.
-Para variar...-Resopla.-Venga, vámonos que no llegamos.-Concluye taconeando hasta la puerta.
De este modo ponemos rumbo dirección a "El Estudio de Ana", un recinto para eventos, en este caso, la boda de mi tía, Sandra. Es la segunda vez que se casa, pero en esta ocasión la canaria lo hace con un murciano, casualmente como mis padres.
Estaba ilusionada y llena de ganas, pues jamás había asistido a un acontecimiento como tal. Además, lucía un largo vestido de color granate, cosa que no se hace todos los días.
El trayecto en coche no fue largo. Al llegar nos recibieron en su mayor parte una serie de caras desconocidas.
-¡Laura! ¡Cuánto has crecido! –Me decían. No lo malinterpretéis, ni mido cuatro metros ni aparento 500 años, pues teniendo en cuenta que no recordaba a ninguna de aquellas personas, es probable que la última vez que los viese fuese cuando tenía tres años, tirando por lo alto. Así que sí, imagino que algo habré crecido desde entonces, aunque también hay que decir que los tacones y el maquillaje ayudan.
-¡Hola! ¡Qué guapos estáis! –Nos dice Marta, mi prima, surgiendo de la muchedumbre. Intercambiamos un par de palabras y nos reunimos a la espera de la novia. Cuando comienza a sonar esa célebre y repetitiva melodía que solo relacionamos con la unión de dos personas en eventos como este, enciendo la cámara e intento captar todas y cada una de las sensaciones que se apoderan de los protagonistas del día de hoy, pero en su lugar solo consigo ver una masa de calvas relucientes y peinados rebosados en kilos de laca. Ahora es cuando me percato de que tenía que haberme comprado unos tacones que midiesen cinco metros, así quizás conseguía ver algo. Me salvo por momentos cuando inician los discursos, que no hay que verlos, si no escucharlos. De resto me la paso de puntillas. Inconvenientes de medir metro sesenta, supongo. De este modo, los novios se besan y dan pie al banquete, mi parte favorita. No sé que hay para cenar, pero a estas alturas me comería una casa entera si fuese necesario. Sigo a la multitud y llego hasta una terraza llena de mesas redondas. Cada invitado tiene un lugar asignado, así que me coloco en el mío, donde debo compartir la siguiente hora con nuevas caras y mis tres primas. No muestro interés por participar en la conversación, estoy ocupada llenando mi estómago, aunque tampoco sabría como intervenir. En su lugar, asiento y sonrío. El tiempo transcurre y me muevo de un lado para otro. Elena me cuenta cómo conoció a su nuevo novio, el cual por ahora es secreto. Me pide que le saque fotos y como no tengo nada mejor que hacer, acepto.
Hoy es 6 de octubre. Tal vez ya sea 7. Nunca he creído en el amor. Supongo que es un concepto que no va de la mano conmigo, pero estaba realmente ilusionada con asistir a una boda. No pretendía que esta noche fuese la noche, pues lo cierto es que últimamente prefiero pasar desapercibida. Simplemente quería saborear de cerca la sensación que produce que dos personas decidan pasar el resto de sus vidas juntas. En realidad es algo que siempre he deseado que me pasase. Supongo que detrás de esa fachada de chica dura hay una romanticona del carajo.
-Oye Laura.-Interrumpe Marta cogiéndome del brazo.-Acaban de llegar mis amigos, ven para que te los presente.
Mierda, más gente no.
-Son esos.-Me dice guiándome hasta un grupo de emperifollados.
Unpopular opinion: Los chavales en traje están sobrevalorados. No hay nada como un chandal.
-Esta es Laura.-Les dice al llegar.
-Hola.-Me obligo a responder mientras les doy dos besos a cada uno, un esfuerzo enorme teniendo en cuenta que en Tenerife solo se da uno, lo que a veces genera confusión cuando saludas a un peninsular, o como nosotros los llamamos, un "godo".
Entonces nuestras miradas se cruzan. Se presenta. Dice que se llama Alex, pero a penas intercambiamos un par de palabras más entre nosotros. Es guapo, no nos engañemos.
-Vayamos a bailar.-Sugiere uno al grupo. La propuesta tiene éxito y como moscas nos dirigimos a la pequeña sala en la que suena canción tras canción. Reggaeton, ¿cómo no? No me disgusta, de hecho tengo que admitir que me sé varias canciones. Sin embargo, no es mi género de música preferido. Nada como el rock, el hip hop y el rap.
Entonces Marta se aproxima hacia mi y me dice:
-¿Sabías que le has parecido guapa a dos de mis amigos?
Me sonrojo.
-¿Sí? ¿A quiénes?
-A los que llevan la chaqueta puesta.-Dice mientras lo busco con la mirada y compruebo que efectivamente él tiene la chaqueta puesta. Punto para Laura.
-Curioso.-Concluyo tratando de restarle importancia. Me sorprendo mirándole, intentando guardar en mi memoria cada una de sus facciones. Procuro hacerlo sin que se percate, pero cuando lo busco, él ya me está observando. Sonrisas nerviosas. La suya es preciosa, tal vez la más bonita que haya visto. Pero la noche llega a su fin y desde la ventanilla de mi coche lo veo alejándose, convirtiéndose así en un bonito recuerdo.
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Distancia
Teen FictionNo cree en el amor. O al menos hasta que lo conoce a él. Todo es perfecto quitando el hecho de que los separan 1,756.95 kilómetros. Esta es la historia de mi primer amor, del chico del que me enamoré como ya no lo hacen. Afrontamos una dura relación...