26 de diciembre

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Ayer acabé con mal sabor de boca, pero nada cambió eso que sentía por aquel chico murciano, al contrario, cada vez iba a más.

Sentados en un banco bajo la luz de las estrellas, fija sus ojos en los míos y confiesa:

-Me gustaría tener algo de verdad contigo.

Llevaba esperando esta conversación mucho tiempo. ¿Así que quiere una relación, eh? Obvio que la quiere, pero tiene que ser más claro.

-Continúa.-Le insisto mientras oculto las ganas de reírme. Le toca pasar por un mal trago. No soy rencorosa, pero me parece divertido.

-No me jodas. ¿Hace falta que te lo pregunte?-

Asiento. Pone los ojos en blanco y sonríe.

-¿Te gustaría salir conmigo?

En realidad odio las etiquetas, pero mentiría si dijese que no me hacía ilusión aquella estúpida pregunta que ya tenía respuesta. No obstante, mi contestación es:

-No.

Silencio.

-Era broma, claro que quiero.-Digo tras una carcajada-Ahora sí que puedes decir que soy tu novia.

-En realidad ya lo eras.-Dice tras un apasionado beso.

-No de forma oficial.

-Pues yo me refería a ti como mi novia, que lo sepas. Pero como la niña tenía que oír la pregunta...

Miradas cómplices, besos y más besos. Abrazos y palabras amontonadas. Hace frío, quizá demasiado, pero no quiero ser yo quien de paso a lo que ocurrirá en las próximas horas. Para que nos entendamos: casa libre.
Los nervios son más que evidentes. Alex es un chico que me gusta realmente, y como es lógico, no quiero hacer el ridículo.

-¿Subimos ya?-Me pregunta como si me hubiese leído el pensamiento.

-Como quieras.

Así pues, nos ponemos en marcha. Como desconozco el camino, me limito a seguir sus pasos mientras hablamos de todo y nada, aunque yo no paro de comerme la cabeza.
En cuestión de minutos estamos frente a su puerta. Entramos y contemplo aquellos rincones en los que tantas horas ha pasado hablando conmigo por facetime. Curioso.
Estamos en el salón, una habitación acogedora en la que distingo varios cuadros en los que muestro interés. En realidad me pasaría horas contemplándolos, pero desvío mi atención cuando Alex me coge por la cintura, me pone frente a la pared y comienza a besarme dulcemente. No pasa mucho tiempo hasta que desliza sus manos por debajo de mis caderas. Los recuerdos me invaden y la duda se apodera de mi. Hace cuatro años fui a la casa de un chico. No estaba enamorada de él, pero me gustaba. Aquella tarde marcó un antes y un después. En su habitación, con las luces apagadas y la puerta cerrada, comenzó a besarme, primero en los labios y luego en el cuello. Terminamos por tumbarnos en la cama, donde comenzó a acariciarme. Todo parecía estar en orden, pero entonces se quitó la camiseta. Estábamos a oscuras, pero conseguí distinguir su torso al descubierto y comprendí que las personas también somos arte. Fijó sus ojos en los míos y supe qué era lo que quería. Me quería a mi. Quería de mi arte, pero yo no estaba segura de poder ofrecerle eso que me pedía. Me quitó la camiseta y cuando pretendía desabrocharme el sujetador, le dije que no, que estaba más cómoda con él. Continuamos besándonos una y otra vez, pero entonces me penetró y sentí un dolor punzante, un dolor que no era placer. Le pedí que parase y me ignoró, así que lo cogí por los hombros y lo separé de mí.

-No estoy preparada.-Le dije mientras me ponía la ropa.

-Vale.-Se limitó a contestar.

Pensé que sería algo que quedaría entre nosotros, pero al día siguiente los rumores ya se habían extendido. Me llegaron a mis oídos que este muchacho fue diciendo por ahí que me había follado y que acto seguido se había corrido en mi pecho. También había añadido más detalles, pero el caso no es ese, si no que automáticamente me había convertido en la "puta". Ese fue un adjetivo que me persiguió durante un tiempo. Caló en mí. A eso se le sumó la pésima situación familiar que estaba viviendo. Sentí que el mundo se venía abajo. Pero entonces conocí a Carlos, un amigo que inconscientemente me sacó de todo aquello, que se convirtió en una de las razones para seguir, para no rendirme.
La cuestión es que, desde entonces,  el sexo se convirtió en un trauma para mí. Lo esquivé siempre que pude. Trataba de no pensar en ello, de borrar las imágenes que apoderaban mi cabeza. En más de una ocasión me veía obligada a realizar otras actividades como escuchar música o ver una película para lograr eliminar esos angustiosos pensamientos. Realmente estaba traumada. Supongo que algún día tenía que enfrentarme a ello.

DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora