Capítulo 1 POV CALLE

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CALLE POV

Todo en la sala proclamaba a gritos que yo no pintaba nada allí. Me abrí paso entre la multitud, siguiendo de cerca a mi mejor amiga.

-¡Guarda el dinero en la cartera, Calle! -me dijo Juana.
Su radiante sonrisa relucía incluso en la tenue luz.
-¡Quédate cerca! ¡Esto se pondrá peor cuando empiece todo! -vamos Johan a través del ruido.

Juana le agarró la mano y luego la mía mientras Johan nos guiaba entre ese mar de gente. El ruido me sobresaltó y me hizo dar un respingo, había un hombre sentado en una silla de madera, con un fajo de dinero en una mano y el megáfono en la otra. Se llevó el plástico a los labios.

-¡Bienvenidos al baño de sangre! Si buscabais el Círculo, ¡están en el lugar! Me llamo Mario. Yo pongo las reglas y yo doy el alto. Las apuestas se acaban cuando los rivales entran al campo.

El corazón me palpitaba en el pecho. Con una chaqueta de cachemira color rosa y unos pendientes de perlas, me sentía fuera de lugar. Le prometí a Juana que podía enfrentarme a todo lo que se nos viniera encima, pero en plena zona de impacto sentí la necesidad de agarrarme a su flacucho brazo con las dos manos. Desde que Juana había conocido a Johan en la sesión de orientación del primer curso, solía acompañarlo a las peleas clandestinas que tenían lugar en los diversos sótanos de la Universidad de Eastern. Como me movía en un entorno bastante más tranquilo, me sorprendió saber de un mundo clandestino en Eastern; pero Johan lo conocía incluso antes de haberse matriculado. María José, compañera de habitación y prima de Johan,
participó en su primera pelea hacía siete meses.

-¡Esta noche tenemos a una nueva adversaria! La luchadora y estrella del equipo universitario de Eastern. -¡Nuestra siguiente adversaria no necesita presentación, pero, como me da un miedo, ahí va de todos modos! ¡Temblar, chicos, y quitar las bragas, señoritas! ¡María José!

Ambas contendientes estaban de pie una frente a la otra, mirándose directamente a los ojos. La contrincante adoptó una postura defensiva y Poché la atacó. Al perder la línea de visión, me puse de puntillas, balanceándome de un lado a otro para observar mejor. Subía poco a poco, deslizándome entre la turba que gritaba. Empezaba a ver la cabeza de María José, así que seguí abriéndome paso hacia delante.
Cuando por fin alcancé la primera fila, Poché la atacó; sus puños alcanzaron la cara ensangrentada de la chica una y otra vez.

Cinco dedos se hundieron en mi brazo y
me eché hacia atrás.
-¿Qué demonios estás haciendo, Calle? -preguntó Johan.
-¡No veo nada desde ahí atrás! -grité.

La sangre me roció la cara y salpicó la parte superior de mi chaqueta. La chica cayó al suelo de cemento con un ruido sordo y en un instante la sala se quedó en completo silencio. Mario lanzó un pañuelo de tela escarlata sobre el cuerpo sin fuerzas de la chica y la multitud estalló. Juana me llamó desde algún punto de la parte de atrás, pero yo estaba hipnotizada por el rastro de color rojo que iba del pecho a la cintura. Unas botas negras y pesadas se pararon frente a mí, desviando mi atención hacia el suelo. Mis ojos volaron hacia arriba: jeans manchados de sangre, un abdomen plano, tatuajes, empapada de sudor y, finalmente, unos cálidos ojos cafés casi verdes. Alguien me empujó por detrás y María José me tomó por el brazo antes de que cayera hacia delante.

-¡Eh! ¡Alejense de ella! -exclamó ella, con el ceño fruncido mientras apartaba a cualquiera que se me acercase.
Su expresión seria se fundió en una sonrisa al ver mi ropa y luego me secó la cara con una toalla.
-Lo siento, Frutita.
Mario le dio a María José unas palmaditas en la cabeza.
-¡Vamos, Pochosaurus! ¡Tu dinero te espera!
Sus ojos no se apartaron de los míos.
-Vaya, qué lástima lo de la chaqueta. Te queda bien.
Acto seguido, fue rodeada por sus fans y desapareció tal y como había llegado.
-¿En qué pensabas, idiota? -gritó Juana, tirándome del brazo.
-He venido aquí para ver una pelea, ¿no? -sonreí.
-Calle, ni siquiera deberías estar aquí -me regañó Johan.
-Juana tampoco -le contesté.
-¡Ella no intenta meterse en el ring! -dijo frunciendo el ceño-. Vámonos.
Juana me sonrió y me limpió la cara.
-Eres un grano en el trasero, Calle. Dios, ¡cómo te quiero!
Me rodeó el cuello con el brazo y nos abrimos paso en dirección a las escaleras y hacia la noche.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora