10. Un hecho, dos historias

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Maccarena Brown

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Maccarena Brown

Un ángel para nuestros corazones

Leí detenidamente la inscripción, una y otra vez. Comenzaba a generar más dudas mientras repetía. Entonces me detuve.

—¿Qué buscamos con exactitud? —Alcé los hombros en señal de desconocimiento. California gruñó.

Era pésima idea visitar el cementerio a las nueve de la noche, en absoluto, y aun así, aquí me encontraba: de pie frente a una lápida de mármol poco familiar. No me equivoqué. El nombre inscrito en la piedra era el mismo que mencionó Evanston. Ahora sabía quién era ella, Maccarena Brown.

Jamás había oído ese nombre; sin embargo, la fecha grabada en su lápida era singular. Tenía la certeza de que había oído antes de ese día, y no solo porque era un día antes del aniversario de Hazelltown, si no porque el día anterior a la fecha de defunción de ella sucedió un accidente que marcó la historia de mi familia, así que era una espeluznante coincidencia que me generaba cierta desconfianza. No obstante, prefería no hacer conclusiones apresuradas respecto al porqué es que sentía una corazonada que me impulsaba a averiguar sobre ella, tampoco quería buscar en Internet o en registros locales. Eso me dejaba un solo camino viable: esperar a que Evanston me contara sobre ella.

—... ¿Y si es a ella a quién lastimó?

Divisé sobre mi hombro, encontrando a una irritada California. No le hacía gracia estar fuera de casa a tan altas horas de la noche.

—¿Te has puesto a pensar en eso? —insistió.

—Recuérdame no confiarte datos así la próxima vez —Renegué, girando a ver la lápida—. Y, por favor, olvida esa conversación en casa de Gertrude.

—¿Estás loca? Lawrence te confesó que acabó con una persona para luego enterrarla con sus propias manos. Y luego dijo que te parecías a ella, ¿tienes idea de lo que eso significa? Es un psicópata, Jules. Está enfermo, ¿cómo no ibas a contarme eso?

—Quizás no lo dijo literal.

Sentí el golpe directo sobre mi nuca, me había lanzado una bofetada certera.

—Entra en razón, ¿quieres?

—No podemos juzgarlo solo con un par de datos —Concluí—. Además, no parece alguien capaz de lastimar gente.

—Yo no parezco alguien capaz de matar a su mejor amiga, pero lo haré si vuelves a acercarte a ese pequeño lunático —Se aferró a mi brazo cuando dijo esto—, así que aborta esa misión o halla otra manera de obtener información sobre él. ¿Comprendido?

—Ajá —balbuceé, tomando nota del nombre inscrito en la lápida antes de enfrentar a Callen—. Sabes que no puedes vigilarme todo el tiempo, ¿no? —la reté.

Una melodía para un corazón roto [CCR #1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora