Kafka en la orilla

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Kafka en la orilla

Kafka Tamura se va de casa el día en que cumple quince años. Le llevan a ello las malas relaciones con su padre –un famoso escultor convencido de que su hijo repetirá el aciago sino de Edipo- y el vacío producido por la ausencia de su madre; se dirigirá al sur del país, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca y conocerá a la misteriosa señora Saeki. Sus pasos se cruzan con los de otro personaje, Satoru Nakata, sobre quien se ha abatido la tragedia: de niño, durante la segunda guerra mundial, sufrió un accidente del que salió con secuelas y dificultades para comunicarse… salvo con los gatos.

Kafka en la orilla es una historia maravillosa que se entreteje constantemente: en los capítulos impares nos encontraremos inmersos en el entorno que rodea a Tamura, mientras que en los pares nos centraremos en Nakata.

Desde ya, sin que sea un spoiler, diré lo siguiente: el fuerte del libro son sus personajes. Prácticamente no importa dónde están, dónde suceden, sino quiénes llevan a cabo las acciones. Y, claro, no sólo por las acciones en sí, sino por la minuciosidad con la que están trabajados todos y cada uno de los protagonistas de esta historia.

La trama, propiamente dicha, se desarrolla en estos dos mundos que, a simple vista, chocan. La normalidad, si es que se la puede llamar de esta manera, de la vida de Kafka, monótona, triste, choca con la inusual forma de comunicarse de Nakata. Personajes que nos harán reflexionar sobre la realidad, que nos harán pensar y harán que nos devanemos los sesos. A medida que transcurra la historia, hechos fantásticos comenzarán a propagarse por todas las páginas, las historias comenzarán a tensar hilos entre sí y caeremos en una colina de páginas, palabras, capítulo tras capítulo, leyendo cada vez con mayor voracidad. Esto, damas y caballeros, es Kafka enla orilla.

A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. —Kafka en la orilla.

@Bluserrock

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