Menuda sorpresa

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Por mucho que lo intente y evite, recaí.

¿Cómo? Sinceramente no se, pero el hecho era que una semana después estaba vomitando en el baño con las muñecas ensangrentadas.

Quizás había algo en mi interior que me obligaba a no parar, quizás no pueda terminar nunca, quizás incluso, sea esta mi causa de muerte, ¿quien sabe?

-¡Gwen! -grito mi madre desde el primer piso- ¿quieres huevos para desayunar?

Era sábado por la mañana y mi madre asumía que yo a las diez ya estaba despierta, cosa que siempre acierta.

Me limpie con una toalla la boca y luego hice gárgaras, me lave las manos y después de mirarme al espejo y derramar una lágrima, salí del baño mientras le respondía.

-¡Sólo quiero fruta, gracias!

Salí disparada para afuera de mi habitación, y así encontrarme con mi padre a punto de bajar las escaleras, me vio, se detuvo y regreso hacia donde estaba yo.

-¡hija! -me beso la mejilla y volvió a mirarme- ¿cómo dormiste? De nuevo tu madre y yo escuchamos ruidos desde tu habitación, ¿qué eran?

Me quede paralizada, era la primera vez que me lo decía de frontón, nunca se había atrevido.

-Una película, de... zombies...

Me quedo mirando incrédulo unos segundos y después de reflexionar me dirigió la palabra.

-¿cual viste? Son para mayores.

-Recident Evel... Creo...

-Esta bien, no las veas más sin permiso ¿estamos?

Me límite a asentir.

Sonrió ligeramente y se volvió a bajar las escaleras.

Solté un resoplido de alivio, había pasado desapercibida.

Me quede unos segundos parada pensando exactamente donde me había dejado mi padre y luego la voz de mi madre me saco de mis pensamientos.

-¡Gwen, te estamos esperando!

-¡Voy!

Baje casi corriendo las escaleras y al llegar me senté rápido en la silla sin darme cuenta de todo lo que había en la mesa. Mi madre había cocinado mucho.

Había huevos con mantequilla y salchichas, fruta picada con azúcar flor, leche chocolatina y descremada, jugo de manzana y naranja, también había un recipiente con frutillas bañadas en chocolate, en un plato cerca de las frutillas, había tocino picado con sal y pan recién cocinado, y por último, había un pote de helado con tres cucharas en la tapa.

-¿Qué es todo esto, mama?

Ambos se miraron y sonrieron.

Eso significaba malas noticias.

Mi padre me miro de reojo y luego comenzaron a hablar.

-Te vendrá a ver tu prima...

Bien, no era algo malo.

-¿Cuándo llega Amy? -sonreí de lado a lado-

-No, -replico mi progenitora- no Amy, Bonnie, la del lado de tu padre.

Si, eran malas noticias.

La última vez que la había visto fue cuando yo tenía seis años y ella catorce, había sido un desastre, le contaré que ella término embarrada de una torta de frambuesas, y yo en el piso llorando por una cachetada de parte de ella. Nunca más la vi, y tampoco tenía ganas de verla.

Pensamientos de una bulimicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora