Explicaciones necesarias

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Mientras iba montada en un auto camino a la clínica, la mano de Amy tomó la mía por sorpresa, porque aunque ella sabía que yo estaba enojada por haberle dicho a mis papas que de la nada comencé a toser sangre, se preocupaba por mí, y eso lo agradecía.

Mucho.

Porque... si no lo hacía ella.... ¿Quién lo haría?

­-Tranquila, tan solo nos quedan dos cuadras y estaremos viendo al Dr. Stratford para que te ayude... -dijo sonriendo de buena gana-

- ¿Por qué te esfuerzas tanto en que me mejore, cuando sabes que no lo haré?

Quizás había sido un poco dura con ella, pero la verdad sea dicha, me desesperaba en gran cantidad que la gente exagerare la cosas que ocurrían.

Al parecer a Amy le afectó lo que le dije, porque no me dirigió la palabra hasta ingresar en la sala de espera, dónde me soltó la mano casi de un sopetón.

El Dr. Stratford era, por así decirlo, un especialista en temas de trastornos alimenticios, pero mis padres pensaban que me estaba ayudando un gastroenterólogo, -ya que necesitábamos su cooperación-, y eso intentábamos aparentar.

Mi madre al saber la noticia de mi supuesta enfermedad intestinal, llamó casi en un segundo a urgencias y a la profesora Manson para que me dejara salir de clases con Amy, ya que era mi única familiar en el colegio, pero, por lo demás, Peter, -según lo que me contaron- estaba incluso más atemorizado que mi propia profesora, la cual le dijo exactamente lo que había pasado con respecto a mi ilógica huída de clases, y esa era la razón por la que mi padre quería conversar conmigo cuando yo llegara y me encontrara mejor.

Mi familia se caracteriza por ser estúpida y ridículamente manipulable, porque para ser sincera, ¿Quién deja que su sobrina de quince años lleve a su hija de catorce a un médico, casi obligándola a salir de la escuela, que no conocen ni en pintura?

Porque yo no.

De repente, apareció en la instancia una enfermera con una especie de cuaderno donde seguramente guardaba registro de quienes entraban en la sala.

- ¿Gwen Brooks? -Dijo mirando a los lados-

Levanté la mano al mismo tiempo en que mis rodillas se flexionaron hacia arriba y me pare rápidamente para encontrarme con la cara de compasión de la enfermera, seguramente pensando que tengo un trastorno alimenticio que no puedo superar y que no seré capaz de controlar y que necesito un doctor.

Blah.

Blah.

Blah.

Puras tonterías.

-Pase por aquí, señorita Brooks. -Musitó dándose la vuelta sobre sus talones para caminar decidida mientras buscaba el aula dónde me atenderían-

Caminé detrás de ella un poco asustada y muy afligida, ya que no tenía idea de lo que me iba a decir el doctor con respecto a lo que hago, pero muy en el fondo, daba gracias a Amy por haberme traído aquí, porque fuera lo que fuera por lo que estaba pasando, quería terminarlo y ya.

Abducida por mis pensamientos, pasé por alto que ya estaba sentada en la silla de atenciones del doctor, esperando que apareciera como un héroe triunfante de una batalla con ogros mil veces más agiles que él.

Luego de aparecerse por detrás de una puerta blanca con olor a hospital, saludó a Amy y luego me dirigió la mirada a mí, una cara de tristeza, de resignación, pero sobre todo, de decepción, cosa que respondí con cara de odio fulminante.

-Supongo que tú eres Gwen Brooks -dijo sobre Amy hacia mí-

-Sí, soy yo, mucho gusto.

Sin ni siquiera darle la mano o saludarlo de una forma más cariñosa o formal, me senté yendo directamente al grano, que aparentemente molestó un poco al experto.

Pensamientos de una bulimicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora