PARTE V

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"Esconderse tras una máscara no siempre tiene como objetivo aparentar ser quien no eres." – Skull Kid

25 – La máscara del corazón


Aquel fue el peor sueño de todos.

No es que fuera más terrorífico que los anteriores, que lo fue. No es que el pequeño Link perdiese la vida, o que sucumbiese ante uno de sus muchos enemigos: los garo, los espíritus malditos del Valle de Ikana, el extraño vendedor de máscaras, la Máscara de Majora... El último sueño había permitido a Zelda reunir muchas de las piezas de aquel puzle, y ahora sentía miedo.

Al fin entendió lo que el mundo oscuro de Términa representaba. Como algunas de las personas ya habían mencionado en los sueños, la historia de Términa era la historia de un fracaso, y conseguir salir de aquel bucle infinito de días que se repiten uno tras otro, no era más que conseguir aceptar vencer todos y cada uno de los miedos que representaban el fracaso.

Zelda estaba casi segura de que el reino de Ikana representaba a todos aquellos espíritus que perecieron alguna vez en las guerras de Hyrule, guerras civiles de hylianos contra hylianos, sinsentidos como el que se estaba generando en el Hyrule que su madre gobernaba. Estaba segura de que los habitantes de Ciudad Reloj eran personas que Link había conocido en la realidad, en esa realidad que tenía que existir fuera de su cabeza y de ese bucle de tres días. Y otras personas debían ser, al igual que en los sueños, proyecciones de ideas, sentimientos... proyecciones de sí mismo. Lo entendió de inmediato, en cuanto vio a Kafei entregar la máscara del sol a Anju. Ella esperaba recibir la máscara del sol de manos de Link en el baile de máscaras que se celebraba esa noche, lo mismo que Anju esperaba recibir la máscara de Kafei. Eso no podía ser una coincidencia. Para empezar, ¿cómo llegó el libro de las máscaras a sus manos, en el mercadillo del muelle del lago Hylia? ¿Por qué había una exposición de máscaras? ¿Por qué su madre había organizado un baile de máscaras? Todo estaba conectado y sus sueños, que siempre fueron especiales y distintos a los sueños corrientes trataban de decírselo. No eran como los sueños en los que de repente se daba cuenta de que iba en pijama a la universidad, o con un pie descalzo, o echaba a correr y no podía mover las piernas, desde el principio fueron sueños que narraban la historia de unas vidas que no le pertenecían. Pero al mismo tiempo, esas vidas tenían que estar conectadas con ella... y también con Link, con su Link. Por eso entendió que Kafei era una de las imágenes que Link, bajo el hechizo de Majora, había creado para imaginarse a sí mismo. Un Link condenado a ser un niño de diez años, un joven atrapado en el cuerpo de un niño. Y Anju... sí, existió otra Zelda y el Link niño tuvo que conocerla. Aunque no apareciese en el sueño y por tanto ella no había alcanzado a verla, la otra Zelda existía, sólo había visto su proyección, encarnada en Anju. Estaba segura de que las cosas entre el pequeño Link y esa otra Zelda no habían ido bien, o no habían terminado como debieran y por eso el corazón del pequeño Link sufría, imaginando que un salto de años lo separaban de ella. De ahí la maldición. Link tenía que superar esa separación entre otras muchas cosas si quería derrotar la maldición de Majora y despertar de la pesadilla. De otra manera, Link podría quedar atrapado por siempre en su propio sueño, hasta olvidar por completo quién era en realidad, por eso con cada iteración la amnesia era mayor.

En el último sueño de Zelda, Link por fin conseguía acceder al interior de la luna y se ponía la última máscara, esa que todos le dijeron que no debía ponerse, la del hombre de ojos vacíos. El cuerpo de Link se transformó en el de un guerrero alto, con el pelo plateado. Zelda comprendió casi de inmediato que aquella apariencia debía corresponderse de alguna manera con los recuerdos que él debió tener de sí mismo... pero era un hombre adulto, ¿por qué? Eso no lograba entenderlo del todo. Tal vez la maldición de Kafei era real, y Link también había sido hechizado para acabar siendo un niño de diez años, quedando así separado de la Zelda que debía seguir siendo adulta.

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