Casi dejo caer a Darren de la impresión. No podía dejar de mirarle: era él. Había crecido, desde luego, pero seguía siendo mi Darren, el que de mayor quería ser Nemo y se manchaba los codos comiendo nachos. El pelo despeinado, la nariz algo ancha, el labio inferior algo más grueso que el superior... Todo en la cara de aquel chico gritaba "¡Soy Darren!, ¡sí, aunque no lo creas, soy yo!". Noté cómo se me humedecían los ojos por la impresión.
—¡Oye, necesito que te lo lleves dentro ya mismo! ¡Está grave! —me gritó Will—. Llévalo a la Casa Grande y ocúpate de él: dale ambrosía y néctar, tengo que hablar con Quirón.
¡Perfecto! ¡Además, ahora era mi responsabilidad! Tenía la sensación de que el destino conspiraba contra mí de una manera especialmente cruel. Inspiré hondo, aún con lágrimas que pugnaban por resbalar por mis mejillas, y le subí colina arriba. Él estaba del todo inconsciente, y no quise ni imaginarme qué le había pasado. Recordé lo que me había dicho Quirón, que ya de pequeño había sido perseguido, y se me encogió el corazón tanto que me dolió físicamente. Apreté el paso. Si se moría por mi culpa, pensaba ir yo detrás de él.
Cuando llegamos a la Casa Grande, le pasé los brazos bajo las rodillas y tras los hombros para poder tumbarle en la hamaca más grande que encontré. (Su peso también había crecido con él, pero mi súper THDA me echó una manita) Temí dejarlo solo para ir a buscar lo que Will me había dicho, así que le hice una señal a un inocente sátiro que pasaba por allí. Aun hallándome en semejantes circunstancias, me tuve que callar un "¡Camarero!" espontáneo.
—¡Eh, tú! Oye, un favorcito, necesito un poco de ambrosía y néctar para este chico. ¿Me lo puedes conseguir? —dicho así, parecía que estábamos comerciando con drogas. El sátiro asintió, de una forma algo clandestina. Desapareció en el interior del edificio, y me trajo ambas cosas un poco después: un bol y un vaso con tapa y pajita, al estilo de Starbucks—. Muchas gracias, que Dios... bueno, los dioses, te lo paguen —le deseé.
Gracias al cielo, había por ahí sillas, así que cogí una de la esquina, sin quitarle ojo a Darren, y me senté a su lado, dejando la mesita con la ambrosía y el néctar a mi derecha.
Miré la cara de Darren, memorizando cuidadosamente cada célula, cada pestaña, cada pelo. Parecía imposible... Y, sin embargo, aquél era mi mejor amigo. Lo bien que crecen algunos... Estaba mucho más guapo que cuando se marchó. Se le había clareado el pelo, que, por cierto, estaba algo chamuscado, seguramente por culpa de Kaisey. Cuando me di cuenta de aquello, apreté los puños, con rabia, y me prometí que se lo iba a hacer pagar.
No sé cuánto tiempo pasó, pero no me aburría de mirarle. Sencillamente, no me podía creer que volviera a entrar en mi vida... Y más si tenía en cuenta cómo estaba esta última ahora mismo. Seamos sinceros, ¿quién se espera convertirse en semidiosa profética, llegar a un campamento para mestizos en un taxi del demonio, oír una profecía mística y encontrarse a su ex mejor amigo medio muerto en la entrada? No mucha gente, no.
Un rato después de hacerme un sumario de mi vida mental, salí de mi ensimismamiento cuando Darren se revolvió y gimió. Entonces fue cuando recordé que se suponía que tenía que cebarle a ambrosía y néctar, y me asaltó otra vez el complejo de culpabilidad. Alargué el brazo y cogí el bol. Menos mal que aquello no se derretía al aire libre, como los helados.
La cuchara era de plástico, pequeña, de esas que se reparten en los cumpleaños infantiles para que los niños no se maten entre ellos con la cubertería. La llené de ambrosía (y no es que cupiera mucha), y acerqué el pudín divino a la boca de mi amigo. Él entreabrió los labios debido a mis golpecitos con la cucharita, y le metí la ambrosía en la boca. Por suerte, no estaba del todo sopa, así que tragó antes de ahogarse con ella y morir ridículamente tras sobrevivir a una empusa imbécil. Seguí dándole cucharaditas mientras él se revolvía de cuando en cuando, soñando quién sabe qué horrores.
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La Cazadora (PJO)
FanfictionEnero es especial, y no en el buen sentido. Es la chica loca que se sienta al lado de la ventana y que parece de todo menos normal, pero no es la heroína de ninguna historia épica ni la nueva que acaba saliendo con el capitán del equipo de rugby. No...