Despertad del caos

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La oscuridad envolvia el cuerpo dentro de ella, del frio nacían espesas nubes blanquecinas que vagaban en la humedad de las paredes musgosas.

La persona oculta entre la neblina parpadeo, aturdida, sus ojos escanearon la soledad del cuarto, cuando se percató de la ausencia de otro ser vivo; suspiro.

-¿Cuanto he estado durmiendo? ¿Meses?... Ojala no años o Asteria y Lucian estarán descontentos- un murmullo seco y carrasposo empezo a divagar en voz alta.

El portador de la voz suspiró nuevamente, se movió con la lentitud temblorosa de un recién nacido, sus extremidades eran inestables ante tal prolongado tiempo invernando, las cadenas siguieron cada movimiento; sonando espeluznantes con el eco del cuarto.

Aquel repetitivo sonido era irritante, al hombre le disgustaba la sensación del metal contra sus flácidas muñecas, brindaba el sentimiento de aprisionamiento. Desconocía de donde provenía la familiar sensación, pero la repudiaba con una intensidad malsana.

Con un fuerte chasquido las cadenas se quebrantaron.

No sabia donde se encontraba, de echo no recordaba muchas cosas, su memoria era un lio borroso de hechos lejanos. Voces y rostros que se distorsionaban, habian gritos desgarradores y tanto carmesí.

Una punzada dolorosa en las sienes detuvo su infructuosa investigación mental.

Pero ni el dolor desvaneció el sentimiento de haber olvidado algo que no deberia olvidar, algo tan valioso e importante como su propia existencia.

No era grato el sentir haber perdido algo que atesorabas, mucho menos cuando no recuerdas que valorabas tanto, se sentia como agua escapando entre sus dedos; aunque agruparas tus palmas seguía escurriendo incesable entre tus manos.

El hombre -que parecia mas un adolescente en plena flor de pubertad- hizo una mueca desdeñosa ante su vestimenta, escasamente esas telas desgarradas lo cubrían.

La extrema delgadez trajo consigo un monstruoso deseo, mientras mas se detallaba a si mismo este incrementaba su tamaño hasta convertirse en un iracundo titán sanguinario.
Superficialmente en su vanidad penso en creativas torturas aun no implementadas para quienes osaron de arruinar su perfecta figura.

Con renovada ira obstinadamente hizo caso omiso a su debilidad, apoyándose entre las paredes se deslizó hacia la puerta, era innecesario implementar su vista de guia cuando poseía de sus afilados sentidos.

Vagamente se pregunto por sus intrépidos captores.

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-P-Por favor ¡para!- chillo el auror, el de ojos verdes le miro consternado.

-¿Porque todos dicen lo mismo? Repiten aquello una y otra y otra vez- se burló gélidamente, en un tono casi aburrido.

-¡Y-yo te dare lo que quieras, haré lo que desees!- Grito en su desesperación el auror, por primera vez su agresor le observo interesado.

-¿Lo que quiera? ¿Absolutamente lo que me plazca?- su víctima asintió con rapidez, el antiguo Lord sonrio encantadoramente ante la confirmación aterrada, guió sus maliciosos orbes hacia uno de sus tantos compañeros agonizantes- amputale uno de sus brazos.

William, nombre del auror que le habian dado la orden, negó lloriqueante mirando a su compañero.

-N-no p-puedo- susurro, aquello era inhumano.

-¿No puedes? ¿No dijiste que harias lo que fuera por mi? ¿Lo que deseara?- Cuestionó perdiendo cualquier interes- De igual manera morirá, solo que hubiera sido mas misericordioso desangrado que torturado.

Con un movimiento de mano el chiquillo arranco la cabeza del auror moribundo, las vertebras protestaron macabramente por el rudo trato. Willian jadeo de terror viendo la decapitación.

Aquel definitivamente era un sádico demonio, aunque su apariencia fuera la del mas dulce querubín.

Se lamento por quienes fueran engañados vilmente con su adorable rostro.

-¿Mmm? No te preocupes, querido, aun tenemos tiempo contigo- El demonio curvo sus labios en una sonrisa pecaminosa.

Willian quien era hijo de muggles, no era un devoto creyente, sin embargo rezó hasta que su juicio se nublo por el dolor, y horas mas tarde el alivio de la muerte.

Lord pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora