XVII

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—Bien... vamos al escondi...— Un disparo se escuchó muy cerca de acá, no tengo idea si fue aquí o en la otra habitación—Maldición...—Dijo el idiota ese haciéndose para atrás nervioso.

—¿Qué pasa?— Pregunté intentando moverme, mi cuerpo está empezando a reaccionar poco a poco.

—N-No te muevas, voy a matar a estos traidores— El tipo sacó un arma de su pantalón, apuntó hacia adelante para darle a no se quién que estuviera ahí, pero antes de disparar cayó al suelo de golpe, no se veía que tuviera alguna marca de bala, seguro el veneno le hizo efecto. Me alegro muchísimo.

—¡Guillermo!— Escuché la voz de una mujer, ella comenzó a acercarse poco a poco hasta que la pude distinguir.

—¿Mamá?— Era ella, no puedo dudarlo.

—Ay hijo, tranquilo ya estoy aquí. Todo está bien— Me abrazó y yo hice lo mismo con mi mano libre—Te llevaré a casa, todo terminó— Decía con una sonrisa en su cara.

—M-Mamá... ¿En dónde está Samuel? Dijo que iba a venir contigo— Al preguntarle eso, ella me miró apenada, no quiero pensar que algo le haya pasado—¿Mamá?—

—Él... él murió— ¿Qué?... esto no puede ser—Una bala le atravesó la garganta. Lo lamento—Ahora si que no me pregunten como me siento, estoy seguro de que si pienso en ello me derrumbaría ya mismo. No puede ser real, esto es una broma. Sí, eso debe ser.

—Vamos a casa— Le dije tratando de mantener un poco la tranquilidad, no quiero explotar ahora. Ella asintió y de alguna manera me llevó todo el camino sobre su espalda.

—Hijo si quieres desahógate, estoy segura que lo necesitas mucho—Negué.

—Estoy bien— Dije acomodándome en el asiento. Al menos ya puedo moverme un poco.

—Bien... entonces vamos a casa. Te dejaré descansar el tiempo que necesites, ahora tu trabajo terminó— Besó mi frente y se subió en el lado del conductor.

Finalmente el auto partió y cada vez fui despertando de la droga que me habían dado, pero lo único que no quiere despertar es mi cerebro, estoy en un blanco total, no hay manera de que pueda pensar algo, no quiero pensar en nada. Necesito morirme ahora mismo, necesito a Samuel a mi lado.

(...)


—Hijo, ¿Te ayudo a bajar del auto?— Estiré mis brazos para que ella me ayudara. Aún siento extrañas mis piernas y no quiero caer al suelo y romper el yeso— Te llevaré a tu habitación para que descanses—

—Gracias mamá— Eso fue lo único que le dije. Después de que me dejara en mi habitación sentí un gran dolor en mi cabeza y corazón que hicieron que terminara desmayandome.

(...)

—Bien, entonces los 2 haremos nuestros sueños realidad ¿Te parece?

—Me parece perfecto, esto será un pacto entre nosotros. Mientras nos tengamos uno al otro nuestros sueños se cumplirán sin importar lo tonto que sean

—Ok, yo prometo estár contigo para lo que necesites y si te fallo me cortaré los dedos de los pies—

—Yo prometo estár siempre a tu lado haciendo las mismas locuras de siempre y si no sucede me voy a sacar un ojo—

¿Qué clase de secuestro es este? (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora