La duda.

2 0 0
                                    


Ha pasado ya una semana desde que empecé a trabajar en la academia. Y por suerte, o no, no he coincido como ayudante de Phil. Nos hemos visto, y saludado pero nada más. Y es que sólo de pensar en tenerle enfrente me entran todos los calores. ¿Pero qué me pasa con él?

Yo estoy con Max, y él con Anne, por mucho que me repatee. ¿Cómo lo habrá hecho para acabar con él?

Si algo he aprendido en una semana en este lugar, es, que cuando quiero desconectar o estar tranquila el mejor sitio es el almacén. No es un espacio muy grande, luminoso y mucho menos limpio, pero para mí es perfecto. Para el uso que le doy, ¿qué más quiero?

Y en él me encuentro ahora, no por gusto, sino buscando unos libros de exámenes o algo así. Entre estanterías llenas de polvo y cajas por el suelo, rebusco. Observo desesperada los estantes y perdida me pregunto dónde estarán. Frente a la estantería corredera le doy un pensamiento de como moverla, parece fácil pues es girando la palanca, pero me falta fuerza o tiene truco, porque no consigo separarla ni un milímetro de su gemela. Abducida en mi diálogo interno oigo unos pasos que se adentran en el almacén, instantáneamente me tenso preocupada y atenta. Tiene que ser alguien de la academia pues no se permite la entrada a personal no autorizado. Entre baldas observo como puedo pero no veo a nadie. Uff, se habrá ido.

—¿A quién buscas?— me pregunta alguien desde detrás.

—¡AAAAAAAAH!— grito como una loca asustada.

—Ssssh, que te oirán.

—Joder Phil, me has asustado—.respondo entrecortadamente

—Perdona, no era mi intención. ¿Qué haces aquí?

—Busco unos libros que me han sugerido. Y, ¿tú?— pero la respuesta llega sola al vislumbrar el humo de un cigarro.

—Pues, he venido a mi sitio secreto.

—¿Sitio secreto? ¿Un almacén?

—Vale, no es muy secreto que se diga. Pero como nadie viene por aquí nunca, es un buen sitio para desconectar y fumar.

—Vaya. No sabía que fumabas.

—Tampoco es que hayamos hablado mucho tú y yo. Deberíamos hacerlo más—. Un calor interno me sube por el cuerpo al oír esas palabras.

—Sí, claro.

—¿Quieres uno? Aquí estamos seguros ya que nadie nos verá.

—No, no. No fumo, gracias.

—Que bien que haces.

Un silencio prolongado se crea entre nosotros. Nuestras miradas compiten por ver quién parpadea antes. Y mi respiración se entrecorta al salir de mi boca. Inconscientemente y como de película, mi mente empieza a cantar «Me muero por besarte » de la Quinta estación. Pero, ¿en qué estoy pensando? Rápidamente disipando estos pensamientos cambio de tema.

—Oye, ¿tú sabes cómo se puede mover la estantería esa?— Señalo la corredera.

—¿Qué pasa? ¿Nadie te ha dicho como hacerlo?

—La verdad que no, y yo no puedo hacerlo.

De una larga bocanada se acaba el cigarro y lo lanza por una ventanilla que da a la calle. Se acerca de nuevo a mí, pero lo hace más de la cuenta. Mi mano apoyada en la manivela sigue probando suerte, pero fracasa estrepitosamente. Sin esperarlo, la mano de Phil coge la mía, y mueve suavemente la manecilla. El simple roce provoca que se me suban ls colores y me arda la cara. Estamos tan cerca. En mi espalda noto el calor que desprende su cuerpo, y sin que se fije, le miro de perfil, está tan pegado a mí que podría girarme y nuestros labios chocarían. Me muerdo el labio con frenesí. En una escena fuera de aquí, se notaría a leguas las ganas que tengo de besarle. Él sigue atento a mostrarme como se hace. Y ni se percata que lo observo fijamente, menos mal. En un momento dado, cruzamos miradas, y las sostenemos intensamente. Cada vez que me mira así siento que me está queriendo decir algo más, algo que no me dice pero me transmite. Creo que me estoy volviendo loca. Bésame ya o enloqueceré.

—Ya está.

—¿Qué?—pregunto confusa.

—Las estanterías. Ya se han movido.

—¿Cómo? Ah, sí eso.

—¿Estás bien, Holly?

—Sí,sí. Me he empanado pensando en otras cosas...—me excuso tontamente.

—Ah, claro. Bueno, pues esto ya lo tienes. Yo me voy, que tengo clase. Si necesitas algo buscanos.

—Claro.

Cuando Phil se encuentra casi en la puerta lo llamo y se detiene bajo el umbral.

—Phil. Gracias—digo tímidamente.

—No hay de qué.

Sonríe. Y de nuevo, me destruye por dentro. ¿Pero qué me sucede con él? ¿Qué tiene? ¿Lo deseo? No lo sé, pero no me pienso quedar con la duda. 

HOLLYPROBLEMSWhere stories live. Discover now