Capítulo #11 ; Fin.

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Narra Nate.

Habían pasado dos años desde que Sarah y yo nos habíamos casado. Dos años en los que viajamos, nos compramos una nueva casa y estábamos más felices que nunca. 

Llegué a casa, agotado, luego de un largo día de trabajo. Sabía que Sarah estaba en casa porque llevaba a nuestra hija de casi nueve meses en su vientre. En cualquier momento podía nacer y ambos estábamos nerviosos. Sabíamos que Kat sería la madrina y que Zack el padrino; estaba destinado. Además, Sally quería ser la madrina de un niño, así que aceptó sin problema que Kat sea la de la niña. Eramos los primeros en tener un hijo y todos estaban emocionados, nuestra pequeña tendría muchos tíos que la amarían y mimarían como a nadie.

Mi hermosa esposa estaba acostada en el sillón y cuando me vio sonrió.

— ¡Nate! -exclamó, con una sonrisa-. ¿Cómo la has pasado en el trabajo?

—Hola, amor -la saludé, besándola-. Bien, un poco cansador, igual. Ha sido un largo día. ¿Qué has hecho tú?

—Kat vino a visitarme... -me contó-. De hecho está en el baño, Aaron llegará en cualquier momento. Los he invitado a comer... 

—Sar... -dije, medio quejándome-. La doctora Russell nos ha dicho que tenías que descansar... 

—Vamos Nate. No pasará nada -interrumpió la voz de mi mejor amiga-. Si llega a tener a la bebé hoy, la llevaremos lo más rápido posible al hospital.

—No te puedo echar... -suspiré y nos reímos. 

No había dicho nada gracioso, pero estábamos todos felices. Éramos felices.

A los pocos minutos, en los que Kat se había encerrado en la cocina para cocinar, el timbre sonó, indicando que Aaron había llegado. Sarah se quedó en la sala de estar junto con él y yo fui a ayudar a Kat.

— ¿Día agotador? -me preguntó, a lo que asentí-. Estamos todos igual, Nate... Aaron llega a casa a cualquier hora, me ha dicho que casi le rechazan un negocio importante... Está agotado. 

—Lo sé... -comenté-. ¿Tú que tal estás? 

—Cansada... tengo mucho trabajo... -me contestó-. Hoy decidí no atender, de todas formas, quería venir a ver a Sar... 

—Tengo miedo, Kat -la interrumpí-. Digo... quiero tener a mi hija. Claro que sí. Todavía no la he visto y ya la amo... pero... ¿qué pasa si fallo? ¿si no soy un buen padre? Yo... No sé que haría... ¿qué pasa si Sarah me deja? ¿si la niña no me quiere...?

— ¡Basta Nate! -me interrumpió mi mejor amiga, dejando lo que hacía y abrazándome-. Serás un fantástico padre. La niña te amará y Sarah jamás se cansará de ti... Lo sé porque te mira como yo miro a Aaron... te ama, muchísimo. La niña estará orgullosa de ser tu hija. Lo sabes, ¿verdad? 

—Yo... 

Pero un gritó cortó nuestra conversación. Aaron entró en la cocina y su rostro indicaba una mezcla entre sorpresa y miedo.

—Sarah ha roto la bolsa.

***

Horas y horas pasaron hasta que Sarah al fin dio a luz. La acompañé todo el proceso con un par de lágrimas de por medio. La doctora Russell me entregó la bebé primero a mí, mientras que ayudaban a Sarah a higienizarse un poco. Era hermosa; nunca había visto a una bebé más hermosa. 

— ¿Cómo la llamarán? -me preguntaron. 

Sarah y yo nos miramos; todavía no habíamos decidido el nombre. Había uno solo que me gustaba y se me pasó por la cabeza en aquel momento. Mi esposa me sonrió y yo dije:

—Lenna -murmuré. La bebé sonrió. O eso creo-. Lenna... ¿te gusta, Sar? 

—Lenna... -susurró ella, al momento que me acerqué, y acarició la cabeza de nuestra bebé-. Es hermoso... ella es hermosa. Lenna Gerard. 

Ambos nos sonreímos y luego nos quedamos observando a la niña que había sido producto de nuestro amor. Amaba tanto a la mujer que tenía frente a mis ojos y a aquella niña que tenía en brazos... que todos aquellos miedos de los que le había hablado a Kat horas atrás se desvanecieron. 

Si estaba junto a ellas dos... todo estaría bien.


¡No! Te amo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora