Soy Samantha Adriana Chesterfield Makovitch, tengo 18 años. Soy un poquito callada me enfoco en mis estudios ( noten mi sarcasmo) y mis padres murieron a los 15 años, fue el peor día de mi vida; tenía un hermano mayor y murió. Desde entonces estoy d...
Me levanto con toda la pereza del mundo, ya era viernes y no tenía ganas de ir a estudiar, pero no tenía de otra.
Al ponerme las pantuflas y levantarme, me estiro y hago mi rutina mañanera. Me encontraba enfrente del armario buscando alguna ropa sencilla, que pase desapercibida y ligera por lo que me topé con un vestido corto, un poco transparente color vinotinto con detalles pequeños amarillentos y rojizos tonalidad escarlata, manga corta con un cinturón fino dorado, una camisa de tirantes negra debajo, una pulsera dorada, mi collar y unas zapatillas negras sencillas.
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Sequé mi cabello dejándolo al natural rizado. Tomo mi bolso con los deberes, cargador y ya lista y con la habitación arreglada; bajo.
Al bajar con el bolso puesto me siento en el comedor notando como todos tienen sus miradas puestas en mi, inclusive Ethan.
– Wenos días – saludé sonriente mientras tomaba tostadas con Nuttela de el centro de la mesa.
– Buenos días – respondió River –. En nombre de todos, holgazana.
Le di una mirada fulminante y procedí comiendo hasta finalizar, lavar mis dientes y salir con el resto de los orangutanes.
– Sam ¿por qué desayunaste con el bolso? – preguntó un extrañado Eduard
– Sencillo, siempre me olvido de él cosa que no podía suceder hoy ya que tenemos Educación Física – respondí recogiendo mi cabello en una cola alta
– Como sea, llegaremos tarde así que mejor apresurense – recordó Ethan de forma seca y sin emoción
De verdad temo por sus emociones.
Me subí al auto de Ethan ya que los demás se fueron con prisa.
– Torres, let's go baby – apunté een dirección al instituto motivada
– Primero te subes y luego hablas – interrumpió con una pierna adentro del auto y la otra afuera de este.
– Malhumorado – susurré entre dientes.
Al estar camino a la universidad todo era silencioso.
– Así que torres.. No eres muy conversador o expresivo ¿no? – rompí el hielo mirando el recorrido
– No es de tu incumbencia.
– De verdad no entiendo que hice para caerte mal – se notó un deje de decepción en mi voz que disimule con tos y que aproveché para decirle idiota.
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– Bien, nos vemos luego - me despedí sin ganas mientras salía camino al reencuentro con mi amistoso grupo.
