Sola y ebria

66 6 0
                                    

Desgraciada y sola en un rincón me vi atacada por la maldita culpa.

No me puedo dar el lujo de ser feliz mientras mi mundo se cae a pedazos.

¿O acaso el paraíso no debe costar construirse con dolor?

Aunque si existiera un paraíso, un Dios no permitiría que exista mi dolor.

Almenos me daría el valor de terminar con todo mi alcohol.

Para que por medio de mi vos auto silenciada pueda acercarme y recriminarle que el alcohol no está surtiendo efecto.

Es intrigante y agresivo pensar en cuan rápido pasa el tiempo.

Con solo ver las nubes un momento deja en manifiesto lo lento que sufrimos, con cosas que no ves como las aves cantar, el estallar del te amé o mis botas al caminar.

Es cosa de acostarse en el pasto y mirar lo rápido que gira el mundo mientras a su paso deja la estela de desprecio por la vida que queda debajo del amado estrellado lienzo de inmolados.

Por lo insignificante de nuestro extracto de existencia y mierdas de decencia nos deja la sensación de nada, o cada vez que mientras las miradas son arrancadas me siento arrinconada a pensar que en tus manos jamás seré olvidada.

¿Qué pasa si te digo te quiero? ¿Si vivo el minuto presente pensando en el pasado midiendo el futuro con miedo?

Si tu recuerdo atormenta el vivir de aquella que llora sola por la soledad, con maldad apartada de la tempestad, mirad que mal estas al hablar de amar mientras el mar con gaviotas volar al más allá querrá y olvidará que estabas acá.

De aquel chico que, mirando el horizonte, sin un renombre, con porte altanero y sincero cuero, dan el esmero al abatido corazón mizclero.

Vemos la gran escultura de Dios, sin esperanza entre él o yo, sin saber quien huyó me debe el deber de saber quién sabe qué, es más que aquel, ser inerte de vida mas no de agonías, quien habita en todo ser que amó, destruyó y mancilló su sinfonía, mientras amaba quien no suponía estaría a su lado, pero agonías de vida cimentaron la perfidia que sepultaría las ánimas desanimadas de aquel día.

Aquel ser que cobijas en tus brazos y que amamantas con tus tactos, que crías con tus manos. Renacen en rebeldes seres que tuviste entre tus pies, entre la miel y la hiel que conoces sin revés, directo al puesto nada modesto me siento con el correcto momento de decir que me presto, mas no me entrego al dolor que me ofreces, no me dejes como al resto.

Aquella que con solo ver su puerta al alma sabes todo lo que tiene para decir, para morir, para quejarse de lo avasallante que es la vida sin tu aplastante sonrisa.

Quizás por eso no quisiste amarme, quererme, olvidarme. Solo te alejaste dejando mirando el vaso que llenamos algún día, dejas el silencio que mata las matas de olivo florecidas.

Reniegas de aquella ebria en el bar, aquella que amar les costó una parte de su vida, con sufridas pasantías no llenaba ni la mitad de la línea que se supone me haría estar con él, día a día, aquella que la vida agasajó, pero dejó cuando tu compañía abandonó.

Poemas de un alma tristeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora