Eran las cinco y media de la mañana y Rachel no lograba conciliar el sueño, por más que intentaba e intentaba simplemente no podía, tenía insomnio y por alguna razón no quiso tomar sus pastillas, porque sí, tenía que ingerir pastillas para lograr descansar lo que corresponde.
Su cuarto estaba completamente obscuro, y ella estaba sentada en su cama jugando con un dinosaurio rojo y pequeño de juguete que tenía desde que era solo una niña de cuatro años, no importa que hayan pasado trece años, para ella ese "simple juguete" era más bien una reliquia.
Ella siempre pensaba en eso, en que al pasar de los años, ahí es dónde algo obtiene más y más valor.
Giró para observar el reloj que brillaba en la oscuridad y notó que solo faltaba una hora para que tuviera que levantarse y alistarse para ir al instituto, así que dejó a un lado su preciado juguete y se recostó, intentó dormirse y lo consiguió.______________________________________
Y ahí estaba ese molesto sonido, ese sonido alarmante que le indicaba que debería de levantarse ahora mismo y ducharse. Y así lo hizo, se levantó frotándose los ojos y tomando una toalla se introdujo al baño, encendió la regadera y se metió en ella, amaba ducharse con agua fría todas las mañanas, la hacía sentir fresca y relajada.
No tardó más de veinte minutos en la ducha y salió a prepararse. Abrió su armario y tomó lo primero que encontró: unos jeans negros ajustados y una camiseta gris oscura con estrellitas negras en ella, se vistió y buscó unos calcetines y sus converse negros, se hizo una coleta floja ya que no le gustaba peinarse, se miró unos segundos al espejo que estaba pegado a la puerta de su armario, era de cuerpo completo, y se quedó observando su reflejo, ella era de tez muy blanca, tenía el cabello castaño y era muy delgada (consumir pastillas le hacía no tener tanto apetito).
Y así tomó su mochila, su skate y bajó las escaleras para ir al comedor a desayunar antes de ir. Y como era de esperarse ahí estaba su madre preparando jugo de naranja.-Buenos días mamá. -saludó a su madre y se sentó en una de las sillas frente a la mesa-.
-¡Oh! Buenos días cariño, ¿cómo has dormido?. -le saludó su madre con ternura y la observó para oír que le respondía-.
-Bien...ya sabes mamá. -le contestó sin ganas de hablar sobre el tema-. Ya que mejor que nadie sabía su madre el problema que tenía con relación al sueño.
Sí, ella vivía solo con su madre, ya que cuando tenía diez años sus padres se separaron.
Se tomó su chocolate caliente que tomaba todas las mañanas, y se fue a lavarse los dientes para irse y no llegar tarde.
Se despidió de su madre y salió de la casa, una vez en la calle, lanzó su skate al suelo y se subió en el para ir a toda velocidad al colegio.
Llegó y vió que solo faltaban minutos para la primera clase, así que se apresuró en caminar hacía el salón y sin darse cuenta chocó a alguien..-¡Oye ten más cuidado!. -se quejó la persona con la que había chocado sin querer-.
-¡Lo siento!, es que llevo algo de prisa y no miraba mis costados, de verdad lo siento.. -dijo un poco apenada observando al chico frente a ella-. Era unos centímetros más alto que ella, tenía piel pálida, cabello muy oscuro y ojos avellana, sus labios no eran muy carnosos ni muy finos, estaban en el punto ideal a su parecer, lo que más le llamó la atención fue un lunar que tenía en la mejilla izquierda, ella amaba los lunares.
-Ejjem no hay problema..también yo me puse en tu camino.. -dijo el chico rascándose la nuca- Oye soy nuevo aquí ¿cómo te llamas? -la observó fijamente-.
-Ah..bueno yo..yo soy Rachel. -respondió algo nerviosa, socializar definitivamente no era lo suyo-.
-Un gusto Rachel!. -sonrió- Me llamo Sam, vengo de Chicago, mis padres se mudaron a Los Angeles y bueno aquí estoy -tendió la mano sonriendo-.