Era lunes, las diez de la mañana para ser exactos, Rachel seguía dormida, su móvil sonaba y sonaba en la mesita de noche, pero ella estaba profundamente dormida.
Once y media de la mañana y Rachel acababa de despertar, se dirigió con torpeza al baño y luego de asearse se puso algo casual, shorts cortos y una camiseta grande de color morado, fue a la cocina en busca de dulces, se dirigió al sofá y encendió la televisión y en un costado de la pantalla vió la hora que era, las doce en punto, se había despertado muy tarde, lo bueno es que era domingo.
Esperen...¿domingo?, no...ayer fue domingo, ayer salió con Christopher, hoy es...¡¡LUNES!!
-¡¡Mierda!! -exclamó saltando del sofá. -¡¡El colegio!! -dijo golpeándose la frente con la palma de la mano. -Estúpida, estúpida, ¡estúpida! -se repetía una y otra vez dando vueltas frente al sofá.
Pero ¿que más podía hacer?, dentro de tres horas debería estar regresando de sus clases y no viendo caricaturas como si fuese un fin de semana normal, asi que fue a buscar su móvil y encontró diez llamadas perdidas de su madre.
-Ay no... -dijo viendo el historial de llamadas. -Me va a matar.
Decidió enviarle un mensaje.
-Hola mamá, estoy en el colegio, ¿llegaste a casa o fuiste directo al trabajo?, no te escuché llegar. En fin, te veo luego.
Rogaba porque su mamá le creyera, o se metería en un problema.
Volvió a mirar su móvil y pensó en una persona, Christopher. ¿Estaría bien que le escriba después de todo lo que pasó?, bueno...después de eso habían pasado una tarde juntos como amigos, pero en realidad toda la situación de la noche en la que tomó demás no dejaba de rondar por su cabeza, simplemente no podía olvidarlo, lo tuvo tan cerca, y no sólo eso, se besaron...y para colmo estuvieron a punto de tener relaciones.
¿Que mierda le pasó a Rachel para llegar a tal punto con alguien?, simple, con Christopher se sentía tan segura, no tenía miedo, se sentía tan grande, no una simple chica de diecisiete años, porque sentía que él la comprendía siempre, que núnca la juzgaría, porque hasta ahora lo único que ha hecho fue escucharla y en ningún momento la juzgó, al contrario, la apoyó y la consoló como núnca un chico había hecho con ella.
Recordar sus labios sobre los de ella le erizaba la piel, su toque, tan perfecto, tan delicado, como si temiera a romperla, su piel...¡por amor a Dios!, su piel era preciosa, tan blanca, tan suave...honestamente Christopher era perfecto en toda la extensión de la palabra.En lo que se puso a pensar en la perfección de Christopher sonó su móvil, era un mensaje de su madre.
-Hola cariño, no pasé por casa fui directo al trabajo, y creo que hoy llegaré muy tarde, tendré una cita con Thomas, ya sabes, puedes preparar lo que quieras o pedir algo para cenar, en mi cuarto hay dinero.
Te quiero mucho nena, cuídate.Rachel al ver el mensaje suspiró, no le caía muy bien ese tal Thomas, una vez fue a cenar con ellos y la miraba mucho, era incómodo, pero ¿que más podía hacer?, si a su madre la hacía feliz.
Fue a su cuarto y vió el bajo que le había regalado Christopher, era tan hermoso...¿el bajo?, ¿o el que se lo regaló?, pues ambos..ya no podía negarlo. Lo tomó y comenzó a ejecutarlo.
Comenzó a tocar "21 guns" de Green Day, esa canción la ponía algo triste, pero amaba esa canción, y a la par que tocaba las notas echaba algunas lágrimas, casi al terminar escuchó el timbre de la casa, se sobresaltó y dejó el instrumento a un lado, bajó las escaleras y abrió la puerta.-Hola Rachel. -saludaba un Christopher recargado en el marco de la puerta.
A Rachel probablemente le dieron unos cincuenta paros cardíacos por un momento, verlo ahí tan tranquilo y tan repentinamente la dejó algo atontada, y se veía tan bien con esa camisa gris orcuro y esos jeans negros, demonios era hermoso.